Artículo de: Miguel Ángel Quesada Pacheco
EL ESPAÑOL DE COSTA RICA
EN LOS ALBORES DE LA INDEPENDENCIA
Introducción
Se suele poner de relieve que, con el acta de Independencia en 1821, el naciente Estado de Costa Rica experimentó una serie de transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales1. Pero lo que generalmente ha quedado fuera de discusión fueron los enormes ajustes que se dieron en materia de idioma como consecuencia de estas transformaciones. Porque el cambio de ser una colonia a un Estado independiente no solo significó un cambio de actitud en la cosmovisión del costarricense, sino que también incidió enormemente en su modo de hablar.
El español que empieza a conformarse durante la primera mitad del siglo xix es, como sería de esperar, una continuidad de la lengua española hablada durante el periodo colonial; sin embargo, el nuevo estilo de vida implantado por las recientes reformas políticas y económicas trajo profundas consecuencias en la forma de pensar sobre la lengua española, las cuales marcarían el rumbo del idioma en las décadas subsecuentes.
En las páginas que siguen se intentará dar una relación sobre cuáles fueron los cambios que se dieron en el español de la época; asimismo, se señalarán algunas de las consecuencias que dichos cambios significaron para el devenir de la lengua española en esta parte del Istmo Centroamericano.2
Contexto histórico
El sistema rural y precapitalista colonial costarricense dio paso, en la época independiente, a la consolidación de un grupo agrario capitalista que se enriqueció con el comercio del café, el cual pronto se convirtió en la principal fuente de exportación3. Este hecho conllevó una separación paulatina de la naciente élite agraria del resto del campesinado, con lo cual se incrementaron y fortalecieron las divisiones sociales. A efecto de lo anterior, se concentró la tierra en menos hacendados y se produjo un marcado éxodo rural en busca de fuentes de trabajo. En palabras de Acuña y Molina, se crea el mundo del mercader y del labriego; los que tenían poder económico obtenían asimismo puestos políticos de importancia, mientras los campesinos y los desposeídos ocupaban cargos menores4. Además, los poderosos tuvieron acceso a otros bienes como el comercio, la minería, la ganadería, la política y el poder eclesiástico. Con el acceso al poder la élite tuvo la capacidad económica para cubrir gastos que demandaban el estudio y la preparación intelectual, fueran dentro del país como en el extranjero. Así, «pasar los mares»; es decir, salir del país, era sinónimo de «adquirir las bellas maneras, el trato fino y el mérito real», como escribía M. Aguilar (1854: 3).
Por otra parte, se fomentó la instrucción formal en el país. El 3 de mayo de 1843 se transformó en Universidad la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, que había sido fundada en 18145. El nuevo centro de educación superior contemplaba una Cátedra de Lengua Castellana y Latina (Costa Rica 1843: artículo 39)6; además, estableció que los textos por utilizar en la cátedra serían las gramáticas de Antonio de Nebrija y de Vicente Salvá (íbidem, artículo 36). A partir de este momento, se crearon otras instituciones educativas y colegios en diversas ciudades del país. La Constitución Política de 1844 (artículo 181) declaró que «La ilustración es un derecho de los costarricenses y el Estado la garantiza en todos los conceptos por medio de disposiciones legales» (Martínez Gutiérrez: 20); en 1869, el artículo 6 de la Constitución promueve la educación obligatoria, gratuita y costeada por el Estado (Martínez Gutiérrez: 21).
Los datos anteriores son algunos de los factores que incidieron directamente en los cambios que sufriría el español costarricense durante las primeras décadas de vida independiente, y marcarían su desarrollo hasta la actualidad, como se verá en las líneas a continuación.
1. La corrección idiomática
Junto a los acontecimientos políticos, económicos y pedagógicos, emanados del nuevo orden en general, y con la introducción de la imprenta en particular, creció la posibilidad de expresarse por escrito y hacia un público mayor, a través de los diarios, los panfletos, las revistas y los libros, cosa que durante la época colonial fue algo prácticamente desconocido, al menos para la gran mayoría de la población. La libertad de expresión no solo puso de manifiesto opiniones de tipo social, económico o político, sino también de índole lingüística, y prácticamente todos los que se expresaron en asuntos lingüísticos tenían una meta: la corrección idiomática.
Los autores de dichas obras concentraron su atención en miras a la unificación del idioma, porque que temían que, con la independencia de los países americanos, la lengua castellana se desmembrara, así como había sucedido con el latín. El filólogo venezolano Andrés Bello fue uno de los propulsores de la unidad lingüística en el Nuevo Mundo de habla hispana, y en su Gramática castellana para uso de los americanos (1847) señalaba algunos de los problemas que amenazaban la unidad de la lengua española (se respeta la escritura original):
Pero el mayor mal de todos, i el que, si no se ataja, va a privarnos de las inapreciables ventajas de un lengua común, es la avenida de neologismos de construcción, que inunda i enturbia mucha parte de lo que se escribe en América, i alterando la estructura del idioma, tiene a convertirlo en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros; embriones de idiomas futuros que durante una larga elaboración reproducirían en América lo que fue la Europa en el tenebroso periodo de la corrupción del latín. Chile, el Perú, Buenos-Aires, Méjico, hablarían cada uno su lengua, o por mejor decir, varias lenguas7.
Tres fueron los medios por los cuales se transmitieron estas ideas en los primeros decenios de vida independiente: la prensa, los cuadros de costumbres y las gramáticas, como se verá a continuación.
La prensa. A principios del siglo xix, los diarios se convirtieron en un medio para difundir pensamientos, ideas y pareceres acerca de la lengua y del modo como se deberían aplicar sus reglas en la población. Se partía del concepto según el cual, la gente que no tenía acceso a los medios de instrucción formal no sabía hablar correctamente ni con propiedad; por lo tanto, la escuela y los conocedores del idioma no solo estaban en condiciones de educar, sino que asimismo debían ser los responsables de la implantación de las políticas lingüísticas del momento. Tal como afirma A. Barahona: «Sobre los medios de comunicación, se ejerció una fuerza coercitiva para que difundieran únicamente aquellas formas que se ajustaran a esa norma ideal, correcta y pura; aunque extraña y ajena a las realidades de las comunidades a las que se les ofrecía comunicación»8.
Comentarios correctivos se pueden registrar desde los comienzos de la era independiente; por ejemplo, en 1833 un comentarista de seudónimo Alacrán escribió las siguientes líneas:
quize divertirme leyendo algunos expedientes de tierras y otros asuntos; admirado me quedé al ver tantos y tan garrafales yerros de pluma ortografía y gramática [...] Por eso convendría que fuesen a una escuela y si ya no se puede que leyeran un libro viejo aunque fuera el ramillete que tal vez allí se habrán observado las reglas de gramática y ortografía9.
En el tiraje del diario de la semana siguiente, el Alacrán recibió la siguiente crítica, porque no siguió las reglas ortográficas:
se mete a correjir yerros de pluma, ortografía y gramática, y en una llana que es lo que él ha escrito ha cometido nueve gramaticales [...] el yerro de imprenta es muy conocido v. g. esta socidad que se ve escrita cuatro líneas antes de concluirse ese papelucho del Alacrán, pero escribir Quantos, quize, entrerenglonaduras, manuences, dedusco, dirijir, jusgados, serbir, serbidor no son yerros de pluma, es ignorancia10.
A fines de siglo, un periodista de seudónimo Kalisto escribió: «Nosotros creemos que los maestros de escuela y la prensa deberían dedicarse empeñosamente a corregir los vicios del lenguaje que arguyen contra la civilización de nuestro pueblo»11. Lo anterior es una idea pionera de lo que Barahona (2007: 132) expone sobre el papel que muchos hoy en día abogan que tenga la prensa en el mundo hispanohablante: «Los medios de comunicación han de ser canales de propalación de las normas cultas de una región, configurándose como verdades métodos propedéuticos de acción formadora».
Cuadros de costumbres. Siguiendo la tónica anterior, los cuadros de costumbres en la prensa costarricense del siglo xix sirvieron asimismo de plataforma para corregir; en palabras de Claudio Bogantes Zamora: «El costumbrismo es moralizante. Haciendo uso de la sátira en la descripción de tipos y usos, se da como objetivo el mejorar las costumbres»12. Pues bien, el ámbito del idioma no quedó por fuera de esta tendencia moralizante y se convirtió en «educación lingüística», muchas veces a través de la crítica de los hábitos lingüísticos de las personas con menos acceso a los centros de instrucción, tales como los de las zonas marginales de las ciudades, de menor ingreso, y del ámbito rural (campesinos, obreros, jornaleros), con el fin de que desecharan lo que por la época se consideraba habla incorrecta. Lo revelador de estos artículos de periódico era que provenían por lo general de gente que no tenía nada que ver con la cuestión lingüística; eran, por así decirlo, aficionados que se adjudicaban el deber de imponer las reglas del idioma. Como ejemplo de esta tendencia se pueden mencionar los artículos del mencionado periodista Kalisto, bajo el título de «Lenguaje popular» (1894), de los cuales se entresacan los siguientes pasajes:
No creemos que el pueblo costarricense sea de los más atrasados en la América española, en cuanto a la manera de hablar el idioma castellano; mas eso no obsta para que emplee muchos arcaísmos, neologismos y solecismos y para que tenga muchos defectos en punto a pronunciación. [...] Emplea voces que no son castellanas, como jupiado, chingo, corrongo, noviero, aguaitar, chiverre, jalado. [...] Algunos verbos los emplea de una manera horripilante como absuelvo por absorbo. [...] Emplea exclamaciones desautorizadas como upe! para llamar a la puerta; adió! para demostrar extrañeza, reprobación, ché! para que alguno se contenga en sus desmanes13.
Otro personaje de seudónimo Ruperto, apoyando las ideas correctivas del mencionado Kalisto, ironiza a su cocinera debido a sus hábitos lingüísticos:
En fin, Kalisto, no quiero cansarlo; todos los barbarismos de que usted habla en sus artículos, multiplicados por mil serían pocos en comparación de los que emplea mi pobre cocinera. Un día Pancra me puso en inquietudes, diciéndome que estaba muy mal puesta, y como la veía en la misma posición de costumbre, preguntéle qué me quería decir con esa frase y me aseguró que estaba tisis. Extraña encontré tal cosa, porque mi Maritornes a causa de ser cargada de espaldas, más bien parece propensa a sufrir un ataque apoplético que no la enfermedad de la Dama de las Camelias14.
Las gramáticas. Las ideas gramaticales venían haciendo eco en la prensa nacional al menos desde la fundación de la Universidad de Santo Tomás. El caso más ilustrativo proviene del estudiante Concepción Pinto, quien en 1844 presentó su examen de graduación, en el cual abordó el concepto de gramática que se manejaba en ese entonces [se respeta la ortografía original]:
la palabra i la escritura son el objeto de la gramatica; esto es, hablar i escribir con propiedad. […] Cuando estudiamos las reglas gramaticales, encontramos comprobada con la razon i con fundamentos, la practica que teniamos por mera costumbre: otras veces correjimos los defectos que adquirieramos en la manera de expresarnos desde la infancia. […] Todos los hombres tienen necesidad de expresarse bien, ya para manejarse en los empleos públicos, como en el trato civil. […] El que pueda con mas facilidad persuadir a los demas de la rectitud de sus ideas i convencerlos de la bondad de sus sentimientos, es el que está mejor relacionado i tendrá mayor número de goces15.
A partir de 1860 dichas ideas empezaron a publicarse en el país a modo de gramáticas, dentro de las que destacan, en orden cronológico, el Compendio de gramática castellana para uso de las escuelas de Enseñanza Primaria de la República de Costa Rica, de Alfonso Cinelli (1865), los Elementos de gramática de la lengua castellana, escritos expresamente para la enseñanza de la juventud en Costa Rica, de Francisco Ulloa (1872) y Ejercicios de lengua castellana de Alberto Brenes Córdoba (1888). El Compendio de Cinelli era lo que se podría llamar un catecismo gramatical, ya que la gramática venía explicada a modo de preguntas y respuestas. Por su parte, en los Elementos, Ulloa (1872: 140-149) exponía las correcciones en dos columnas, puestas en orden alfabético: lo que se decía, que tachaba de incorrecto, y lo que se debería decir, como lo correcto. Por último, Brenes Córdoba, siguiendo los pasos de Andrés Bello, afirmaba lo siguiente: «Nosotros los americanos, alejados del centro donde se habla con más pureza nuestro idioma, debemos poner particular empeño en su cultivo, para que no degenere y se convierta en una jerigonza informe y falta de unidad». (Brenes Córdoba 1888: II-III). No obstante, y a pesar de manejar estas ideas, los Ejercicios de lengua castellana marcaron un hito en el pensamiento lingüístico de la época: Brenes Córdoba es el primero en el país que estableció una diferencia entre gramática como arte y gramática como ciencia; la primera es normativa, la segunda es descriptiva, con lo cual se adelanta a su sobrino, Roberto Brenes Mesén, quien en 1905 publicó la Gramática histórica y lógica de la lengua castellana, con una visión más científica que normativa, más teórica que pedagógica16.
Brenes Córdoba es partidario de que las palabras nacionales o regionales, conocidas en ese entonces como provincialismos, deberían formar parte de los diccionarios del español, por cuya causa promueve la creación de un diccionario de americanismos: «Claro está que una voz no puede clasificarse de impropia por el solo hecho de no hallarse en el Diccionario. Los provincialismos lejos de censurarse deben ser adaptados, cuando sirven para designar cosas que no existen en castellano, o cuando, por ser bellos o expresivos, contribuyen al perfeccionamiento de la lengua»17.
2. Cambios idiomáticos
Los resultados prácticos de las ideas y las políticas lingüísticas que empezaron a imperar con el nuevo orden no esperaron mucho, de modo que en el nivel estructural de la lengua se produjeron los siguientes cambios, al menos en la lengua escrita y entre las personas que tenían acceso a la instrucción formal.
Respecto de la fonética, se redujo la variación vocálica átona, característica del español colonial (escrebir > escribir, fregata > fragata, sustituir > sustituir, etc.) y se restituyeron los grupos consonánticos (dotor > doctor, otubre > octubre, correpción > corrección, istancia > instancia, etc.). Además, se redujeron las alternancias en los fonemas líquidos, las cuales eran muy frecuentes durante el siglo XVIII (arguacil > alguacil, mercadel > mercader, delantar > delantal, etc.). Como rasgo totalmente nuevo, aproximadamente a mediados del siglo XIX surge la asibilación de vibrantes, rasgo peculiar del habla vallecentraleña; de hecho, Ulloa corregía a quienes dicen Anrea, Anrés y anmenra por Andrea, Andrés y almendra (Ulloa 1872: 140-141).
En lo tocante a la gramática, se termina con la flexión genérica en los apellidos (la Calderona, la Coronada por la Calderón, la Coronado, etc.), lo cual era muy común en el español colonial. Desaparece el uso del artículo frente a nombres propios (el Bustamante, la Rita, etc.), reduciéndose su uso a la provincia de Guanacaste y solo ante nombres propios femeninos.18 Se consolidan las formas monoptongadas del voseo en favor de las diptongadas (cantáis > cantás, prendéis > prendés, etc.).19 Se refuerza el uso del pronombre tú (tuteo pronominal y verbal) y de vosotros en el discurso formal y escrito;20 el uso de vos solo aparece en los cuadros de costumbres, pasando a ser de uso informal. Se ruralizan ciertos usos verbales (vide, traiba, trujo, produció, redusga, haiga, etc.). Disminuye el empleo del pronombre átono enclítico al participio (puéstose ‘habiéndose puesto’, ídose ‘habiéndose ido’, etc.); rasgo que hoy en día aún subsiste en algunas comarcas de la parte sur de la provincia de San José (cfr. Quesada Pacheco 2005).
Respecto del nivel semántico, una serie de vocablos provenientes de la vida colonial dejaron de ser activos y pasaron a ser obsoletos; por ejemplo, belduque ‘cuchillo’, caballería ‘medida agraria equivalente a 64 manzanas’, chacra: ‘terreno de pocas dimensiones empleado para el cultivo de subsistencia’, chamarro ‘frazada de lana gruesa’, cobo ‘poncho’, componer ‘legalizar la posesión de un terreno’, ejido ‘terreno comunal en la periferia de una ciudad’, estancia ‘hacienda de ganado de grandes dimensiones’, güipil o huipil ‘blusón’, hijo de la Iglesia ‘hijo ilegítimo’, obraje ‘establecimiento donde se procesaba la tinta añil’, orillero ‘campesino’, pesa ‘venta de carne al menudeo’ y muchas más. Por otra parte, un grupo de palabras crean o renuevan significados a partir del nuevo orden. En el plano político están: campaña, democracia, esclavocracia, federación, filibustero, héroe, invasor, usurpador, partido, patria, político, prócer, tiranía21 y otras. Respecto del plano económico, la presencia de nuevas formas de riqueza conllevó asimismo nuevas formas de expresión; con la introducción del café en el país se crearon palabras para designar todo lo referente a su siembra, recolección e industrialización: almácigo ‘grupo de plántulas de café’, bandola ‘rama del cafeto’, cafetal ‘terreno sembrado de café’, coger de ajecho (provincia de Alajuela ‘recolectar los últimos granos’, cogidas ‘época de recolección del café’, repela ‘última fase en la recolección del café’, pergamino ‘cáscara que envuelve el grano del café’ y muchas otras22. En lo educativo tenemos aprobar, asistente (a un curso), cursante, colegio, liceo, materia, matricularse, universidad, etc.23
Aparte de lo anterior, se empieza a notar una marcada división entre el habla urbana y el habla rural. El habla urbana, de carácter innovador, estaba representada por los grupos de poder, los que tenían acceso a los centros educativos y contacto con las esferas académicas del extranjero, que podían viajar y codearse con otras modalidades lingüísticas. Por su parte, el habla rural era conservadora, se aferraba más al modelo de habla de la época colonial; se puede afirmar que se ruraliza o se dialectaliza el habla heredada de los siglos anteriores a la Independencia.
En esta dirección, cabe mencionar que el español del noroeste del país, representado por las ciudades de Nicoya y Esparza, había tenido una preponderancia única en el devenir del idioma durante la Colonia, ya que de allí entraban las modas lingüísticas de la época al resto de la provincia. Con la época independiente, el español de esa región pierde prestigio y se convierte, a medida que se intensifican las relaciones y los medios de comunicación con el resto del país, en un área periférica en torno a la supremacía del español de la capital, San José, llegando incluso a adoptar en buena medida el modelo lingüístico vallecentraleño24.
A manera de conclusión
La transformación lingüística que se dio con el cambio de provincia colonial a estado independiente ha sido única en la historia del devenir del español en este país, de modo que puede, sin lugar a duda, afirmar que hay un antes y un después en la historia de la lengua española en Costa Rica, marcado por el año 1821. Y lo que sucedió en el plano extralingüístico —polarización de funciones económicas, división de la población entre los que detentaban el poder, con sus facilidades económicas, y los menos pudientes— también ocurrió en el plano lingüístico: un modo de hablar innovador, urbano, formal, auspiciado por los de alto poder, frente a un habla conservadora, periférica, rural, representada por las clases más desposeídas.
El dato más sobresaliente en los procesos de cambio desde 1821 es que, por primera vez en la historia lingüística del país, el habla del Valle Central se perfila como guía en el modelo lingüístico nacional, con San José como capital y centro irradiador. A partir de este posicionamiento, todas las regiones del país, incluso la provincia de Guanacaste, con una fisonomía dialectal bien distinta del resto del país, se van a orientar y van a seguir los pasos de la ciudad más importante del país.
Si bien el siglo xix trajo consigo la independencia política y económica de la Corona española, no ocurrió lo mismo con los destinos del idioma castellano, ni en nuestro país, ni en el resto del Nuevo Mundo. Los intelectuales y los mecanismos de poder cultural de entonces, lejos de arremeter contra la lengua española, como sí lo hicieron con la política y la economía, aunaron y redoblaron esfuerzos para continuar ligados a la Península en materia de idioma y literatura. Y lo lograron. A fin de cuentas, y pese a las manifestaciones separatistas de algunos intelectuales de la época25, la lengua española siguió siendo una, tanto en estructura como en las actitudes de los hablantes hacia el idioma español. Y en lo que respecta a la prensa nacional, esta siguió el rumbo marcado desde los inicios de la Independencia; de acuerdo con Barahona (2007:137), en el vocabulario usado por la prensa costarricense actual hay una ínfima cantidad de palabras dialectales oriundas de Costa Rica, en favor del vocabulario panhispánico, estándar, internacional.
Como consecuencia de estas políticas, quedaron relegados a segundo plano, o a la periferia rural, rasgos fonéticos, gramaticales y léxicos que habían sido comunes a todas las clases sociales durante la Colonia, iniciándose así una selección dictada, ya no por la Corona, sino por los mecanismos de poder procedentes de las nacientes y florecientes capitales americanas, y por las clases dominantes de cada país. El habla de la élite pasa a ser el modelo de prestigio, signo del buen hablar y escribir, el estilo lingüístico por seguir, el cual termina imponiéndose, amparándose en el ideal lingüístico normativo que estaba arraigándose en ese momento, y que bien se retrata en todas las gramáticas castellanas, glosarios y diccionarios publicados en el país a partir de 1850. Además, empieza a pesar la opinión de la Real Academia Española, la cual también servirá como punto de referencia en los destinos del idioma. No en vano quizás escribió las siguientes líneas Juan Fernández Ferraz en 1889: «Desde que llegamos a Costa Rica nos llamó la atención la pulcritud del lenguaje nacional, que ni permitía a las personas mayores ni a los niños decir diablo sino diaño, y en cierta oración oí que rezaban antes del puso, en el puso y después del puso, en vez de lo otro que la ciencia obstétrica de nuestros oponentes los hace decir a cada renglón»26.
Si bien el idioma español en Costa Rica ha continuado su evolución interna a través del tiempo, no así las políticas lingüísticas emanadas de los pensadores del siglo xix, las cuales, en términos globales, han continuado hasta la actualidad. Esto traído como producto una conciencia general en la población costarricense, de que hablamos un mismo idioma, y de que, a pesar de las diferencias fonéticas, gramaticales y léxico-semánticas que caracterizan nuestro español, es posible la comunicación de ideas y sentimientos a través de las fronteras políticas dentro de la comunidad mundial hispanohablante.
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1 Víctor Hugo Acuña e Iván Molina Jiménez, Historia económica y social de Costa Rica: 1750-1950 (San José: Porvenir, 1991); Iván Molina y Steven Palmer, Historia de Costa Rica, 3ª ed. (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2017).
2 Para más detalles en este punto, consultar Miguel Ángel Quesada Pacheco, Historia de la lengua española en Costa Rica (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2009), 500-508.
3 Lowell Gudmundson, Costa Rica antes del café (San José: Editorial Costa Rica, 1990), 104-111.
4 Víctor Hugo Acuña e Iván Molina Jiménez, Historia económica y social…, 1975.
5 Bernal Martínez Gutiérrez, Cronología de la educación costarricense (San José: Imprenta Nacional, 2016), 18.
6 Costa Rica, Estatutos de la Universidad de Santo Tomás de Costa Rica (San José: Imprenta del Estado, 1843, artículo 39). En realidad era una cátedra de lingüística comparada español–latín.
7 Andrés Bello, Gramática de la lengua castellana, destinada al uso de los americanos (Santiago de Chile: Imprenta del Progreso, 1847), xi.
8 Alberto Barahona Novoa, «Lengua, norma y medios de comunicación», Revista de Filología y Lingüística (Universidad de Costa Rica), xxxiii, 2 (2007): 137.
9 Noticioso Universal, 25 de octubre de 1833, folio 375.
10 Noticioso Universal, 1 de noviembre de 1833, folio 388.
11 En Margarita Castro Rawson, El costumbrismo en Costa Rica (San José: Imprenta Lehmann, 1971), 336-337. El texto es de 1894.
12 Claudio Bogantes Zamora, La narrativa socialista en Costa Rica: 1900-1950 (Aarhus: Aarhus University Press, 1991), 53.
13 Castro Rawson, El costumbrismo en Costa Rica, 336 y ss.
14 Castro Rawson, El costumbrismo en Costa Rica, 341.
15 Mentor Costarricense, diciembre de 1884, publicado el 18 de enero de 1845, p. 283.
16 Cfr. Miguel Ángel Quesada Pacheco, El español de Costa Rica: historia de sus estudios filológicos y lingüísticos (San José: Editorial Fernández-Arce, 1992), 39-44.
17 Alberto Brenes Córdoba, Ejercicios gramaticales (San José: Imprenta Nacional, 1888), ii-iv.
18 En el Valle Central, el uso del artículo ante nombre propio, sea femenino o masculino, se especializaría a contextos pragmalingüísticos (enojo, énfasis, etc.: «¿Vistes lo que me hizo el Rudecindo?», «Ahí va la Petra, toda creída»).
19 En los periódicos del siglo xix hay abundantes casos de vos diptongado; por ejemplo, «Subisteis sobre una mesa […] Recibisteis de una vieja […] Podéis de vuestra mollera» (Plácido 1858: 4). Pero este tipo de vos es el llamado reverencial, empleado en situaciones formales, que se distingue del voseo costarricense, empleado en situaciones informales, de familiaridad.
20 Un ejemplo de este uso se muestra en el siguiente texto, de 1833: «Viudas desconsoladas, sobreponeos a vuestro justo dolor: fijad vuestra vista en la gloria que adquirieron vuestros maridos: decidles; ¡dulce prenda de mi amor; tu esposa te consagra de nuevo su corazón. Tu sacrificio me unirá siempre contigo…” (Noticioso Universal, 17 de mayo de 1833: 156).
21 Palabras tomadas del discurso de Antonio Zambrana (1 de mayo de 1895). Muchas de estas palabras crean o recrean sus significados a partir de las ideas de la Revolución Francesa.
22 Miguel Ángel Quesada Pacheco, «El léxico del café en Costa Rica», Homenaje a José Joaquín Montes Giraldo (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1995), 458-486.
23 Ejemplos tomados de los Estatutos de la Universidad de Santo Tomás (Costa Rica 1843).
24 Miguel Ángel Quesada Pacheco, El español de Guanacaste (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1991), 82-83.
25 Me refiero a algunos pensadores del Cono Sur, como Rafael Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento y José Lastarria, quienes abogaban por una independencia lingüística y por la adopción una nueva forma de hablar y de escribir más acorde con el español americano. Al respecto, Sarmiento escribió: «La soberanía del pueblo tiene todo su valor y su predominio en el idioma; los gramáticos son como el Senado conservador, creado para resistir a los embates populares, para conservar la rutina y las tradiciones. Son, a nuestro juicio, si nos perdonan la mala palabra, el partido retrógrado, estacionario, de la sociedad habladora» (Sacks 1988: 503). Pero este tipo de pensamiento no cuajó en el ambiente costarricense; es más, al parecer no se dio durante el siglo xix.
26 Juan Fernández Ferraz, «El domingo», La Prensa Libre, 16 de junio de 1889, p. 1.