Artículo de: Jorge Sáenz Carbonell
UN ESCRITOR OLVIDADO: VIDA Y OBRA
DE LUIS BARRANTES MOLINA
En Escritores y poetas de Costa Rica, Rogelio Sotela incluye a Luis Barrantes Molina (1877-1949) como integrante de la tercera generación de escritores costarricenses y se hace de él una elogiosa mención como novelista, poeta, periodista y conferencista1. Sin embargo, el nombre de Barrantes Molina es prácticamente desconocido en el ámbito literario y educativo nacional. Muy diestro en la pluma desde juvenil edad, y animado por fuertes sentimientos religiosos, Barrantes Molina empezó su actividad en las letras patrias a los 19 años, en 1896, y durante los siguientes siete colaboró mucho en periódicos y revistas costarricenses. En ese período llegó a publicar alrededor de cincuenta textos, entre ensayos, cuentos, poemas, crítica literaria, variados artículos, necrologías y semblanzas de ilustres contemporáneos. Abandonó Costa Rica en 1904, en circunstancias que hoy resultan poco claras. Después de peregrinar por Ecuador, Perú y Chile, se estableció definitivamente en la Argentina, donde se dedicó a la docencia, a la literatura y al periodismo. En Buenos Aires alcanzó renombre como periodista, especialmente como columnista y editorialista en el diario católico El Pueblo, para el cual laboró hasta poco antes de su muerte. Fue ciertamente un periodista muy conocido y apreciado en Argentina en las décadas de 1930 y 1940, especialmente en publicaciones católicas. Sin embargo, como suele suceder con muchos excelentes periodistas, y ha pasado muchas veces en Costa Rica, el carácter casi siempre coyuntural de sus escritos hizo que su fama y prestigio se fueran disipando también en su país de adopción. En este breve estudio procuramos dar a conocer algunos elementos de la vida y obra de este fecundo escritor costarricense.
Infancia y juventud
Es muy poco lo que se sabe del origen familiar y de los primeros años de vida de Luis Barrantes Molina, quien según los datos más verosímiles nació en la entonces villa de Grecia2 en 1877 3. Desconocemos por completo el nombre de sus progenitores, que no se menciona en ninguna publicación, aunque es muy posible que fuera hijo extramatrimonial de Anselma Barrantes Molina, nacida en 1862 4 y fallecida en 1936 5.
A pesar de su posible origen extramatrimonial, parece haber tenido una infancia feliz, de la cual recordaba con especial afecto las celebraciones navideñas6. Coloridas escenas de la vida rural, que apuntan inequívocamente a Grecia, como tierra de café, caña de azúcar y ganado, aparecen vívidamente evocadas en un texto suyo de 1901:
si tuviera la paleta de nuestro amigo «El Moto» [Joaquín García Monge] solazaría tu ánimo con la descripción de los panoramas agrestes en que resplandece la varia hermosura de estos montes, te pintaría entonces el trajín afanoso de los peones, el perezoso sesteo de los bueyes, el alborozo de los ternerillos desocupados retozones, la miel hirviendo en espumas rebosantes en las pailas del trapiche, los cafetos sacudidos por los cogedores de café dejando caer su lluvia de granos como goterones sobre los manteados, las vainas de frijoles esponjándose al sol y derramando, con el vapuleo de los aporreadores su sartal de granos relucientes y sobre ese cuadro del trabajo y de la vida, la decoración variada y magnífica de la naturaleza que se ostenta por doquiera en formas de montes de verdura, jorobas del terreno cobijadas de flores, calvos picachos y húmedas bajuras por donde serpentea el yurro cristalino y árboles desmesurados sosteniendo en el andamiaje de sus ramas la orquesta oscilante de los pájaros…7
Muy posiblemente, el joven Luis cursó sus estudios primarios en Grecia, donde existía una escuela. Posteriormente ingresó a cursar la secundaria en el Colegio Seminario de San José, regentado por padres paulinos alemanes. Fue dichoso allí y dejó afectuosas descripciones de su época de colegial8. Además de una sólida formación académica, el paso por el Seminario lo dotó de una robusta fe religiosa9, que lo acompañó toda su vida. Sin embargo, no optó por la carrera eclesiástica; en sus propias palabras, temía «la tremenda responsabilidad de las funciones sacerdotales»10.
Como las disposiciones vigentes en esa época no permitían a los colegios privados otorgar el título de bachiller, que solamente discernía el Liceo de Costa Rica, Barrantes Molina ingresó a esta última institución en 1898, a fin de completar su educación secundaria. Para él, formado en un ferviente catolicismo en las aulas del Colegio Seminario, fue difícil cursar el último año de secundaria en el Liceo de Costa Rica, abanderado de la enseñanza laica y algunos de cuyos profesores eran francamente escépticos en materia de religión, tendencia seguida también por parte del alumnado 11.
Concluido exitosamente el bachillerato, decidió estudiar Leyes, al igual que muchos de sus condiscípulos del Liceo. Uno de los primeros artículos de tendencias católicas de Barrantes llamó la atención del obispo Bernardo Augusto Thiel, quien lo llamó repetidas veces para ofrecerle un puesto de escribiente en la Curia. Finalmente aceptó y desempeñó ese cargo durante cuatro años12, lo cual le permitió sufragar parte de sus estudios. Además, en algún momento de su carrera de Leyes fue profesor en el Colegio Seminario13. Mientras estudiaba, también participó en varios intentos de explotación minera en Alajuela que concluyeron prematura e infructuosamente14.
La Escuela de Derecho, al igual que el Liceo de Costa Rica, era una institución fuertemente laica, y no pocos de sus docentes eran librepensadores y anticlericales. En un texto escrito muchos años después, Barrantes Molina expresa que gracias a su cercanía con el obispo Thiel y a su trabajo como escribiente en la Curia
…mis profesores laicos de Derecho no lograron sugerir en mis convicciones la menor duda con sus sectarias diatribas contra el clero y contra su doctrina, a pesar de la elocuencia irresistible en que envolvía sus errores el ilustre catedrático doctor Zambrana, uno de los libertadores de Cuba, amigo de Castelar y de Víctor Hugo15.
De su época como estudiante de Leyes sabemos además que se destacaba en oratoria y declamación. En mayo de 1901, con motivo de un homenaje de los alumnos de la Escuela al poeta peruano Chocano, recitó «El Miserere» de Rafael Núñez16, y en febrero de 1902, en un acto alusivo al centenario del nacimiento de Víctor Hugo, «La oración de todos», de Andrés Bello17.
El 8 de setiembre de 1901 murió en San José el obispo monseñor Thiel. De la alta consideración en que este tenía a Barrantes da fe el hecho de que fue uno de los tres testigos presentes en el otorgamiento de su testamento, efectuado en el Palacio Episcopal el 20 de agosto18. El joven también asistió a los últimos momentos del ilustre prelado19. En 1901 comenzó también a participar ocasionalmente en política, en grupos adversos al gobierno de Rafael Yglesias Castro20 y en apoyo a la candidatura presidencial de Ascensión Esquivel21. En marzo de 1902, mientras proseguía sus estudios de Leyes, empezó a trabajar como primer auxiliar de la Dirección Nacional de Correos22. El 21 de marzo de 1903, en un brillante examen, obtuvo el título de pasante de abogado23, más o menos equivalente a un bachillerato en Derecho.
El literato y el periodista en Costa Rica
En diciembre de 1896, mientras era alumno del Colegio Seminario, Barrantes Molina publicó las primeras páginas suyas que se conocen, en la revista quincenal Ensayos Literarios. En el número 6, del 1 de diciembre de 1896, apareció «Visionaria», texto en el que exponía una serie de pesimistas reflexiones íntimas 24. En el número siguiente, del 15 de diciembre de 1896, publicó una especie de cuento oriental de corte modernista: «La verdadera dinastía»25.
En mayo de 1898, mientras cursaba el último año de secundaria en el Liceo, empezó a colaborar con El Eco Católico de Costa Rica, el periódico oficial de la Iglesia Católica costarricense. Lo primero que publicó fueron dos poemas: «En la iglesia»26 y «Fábula»27. Muy pronto empezó a dar a luz sesudos ensayos, en los que manifestaba su ferviente catolicismo y defendía a ultranza las tesis de la Iglesia, asunto que terminó siendo la más importante causa de su vida. De esta época son «Neurosis»28 y «Florecimiento»29; el cuento «Un día de huelga»30 y el poema «En el mar»31. Como puede deducirse, desde muy joven Barrantes Molina hizo gala de la fecundidad y la fluidez de su pluma. Sus textos revelan también un rico y escogido vocabulario, producto sin duda de incansables lecturas y del frecuente contacto con personajes de extraordinaria cultura, como el obispo monseñor Thiel y Antonio Zambrana.
En 1899 solo publicó tres textos: el artículo de crítica literaria «La Trinchera», en La Prensa Libre el 27 de julio32, una necrología del periodista católico José María Sánchez, publicada en El Eco Católico de Costa Rica en agosto33 y «Florecimiento», publicado en La Prensa Libre el 18 de octubre, artículo en el que comentó dos libros de reciente aparición34. En 1900 publicó un cuento titulado «El día de la superiora»35, el artículo «El lujo»36 y un análisis de la novela Las hijas del campo de Joaquín García Monge, escrito a petición de este37. Además de elogiar la obra, Barrantes Molina también apuntó mesuradamente algunos aspectos de la obra sobre los cuales su juicio era negativo. Esta actitud resultaba pionera en Costa Rica, ya que hasta entonces lo habitual era simplemente alabar al escritor y a su obra, soslayando toda crítica auténtica y sin externar ningún criterio adverso.
En los primeros meses de 1901 se dedicó a escribir casi en forma exclusiva para El Eco Católico de Costa Rica una serie de artículos en los que exponía sus ideas religiosas, en plena consonancia con las de la Iglesia Católica: «Necesidad de leer libros católicos»38 (enero de 1901), «Necesidad de creer»39 (febrero de 1901), «Sin la fe no hay felicidad» 40 (marzo de 1901) y «La Iglesia y el siglo»41 (marzo de 1901). En abril, con el título «Réplica», publicó en El Fígaro una apasionada defensa de la actividad de unos frailes capuchinos que habían predicado en San José42 y en mayo, en El País, un texto breve de sabor costumbrista: «Carta abierta», en la forma de carta a un amigo 43. En agosto, también en El País, publicó el ensayo «La Libertad», cuyas ideas se reprodujeron en su breve artículo «Párrafos», publicado en El Día el 1 de setiembre de 190144. De setiembre de 1901 es también el artículo «Bernardo Augusto», publicado en El Eco Católico de Costa Rica, extensa y sentida necrología de mnonseñor Thiel45. En abril de 1902 Barrantes publicó en La Prensa Libre un artículo sobre una disertación del intelectual guatemalteco Máximo Soto Hall 46.
En setiembre de 1902 Luis Barrantes fue uno de los fundadores y redactores del diario católico La Justicia Social, administrado por su amigo Jorge Volio Jiménez, entre cuyos propósitos estaban los de difundir la doctrina social de la Iglesia Católica y defender a esta. Entre setiembre y octubre de 1902 publicó en ese periódico una columna sobre temas morales y religiosos, denominada «Párrafos»47. En esos meses también se publicaron su poema religioso «María»48 y sus artículos «Palique»49, «Velada de los obreros»50, «Castelar»51 y «A un pito flautín» 52. En los meses siguientes, dio a luz una emotiva semblanza del presbítero Rosendo Valenciano53 (diciembre de 1902), el relato «Dos mendigos» (enero de 1903)54, una necrología de monseñor Carlos María Ulloa, obispo designado de Costa Rica, fallecido antes de su consagración55, y la oración fúnebre que pronunció en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen durante las exequias de monseñor Ulloa56. Ante las obligaciones de su empleo en la Dirección Nacional de Correos y el interés de proseguir sus estudios de Leyes, en marzo de 1903 se apartó de la redacción de La Justicia Social 57, pero continuó colaborando ocasionalmente con el periódico, en cuyas páginas publicó en mayo de 1903 una semblanza de su amigo y colega periodista Jorge Volio Jiménez58 y en julio del mismo año otra del prometedor músico Julio Fonseca59, así como un comentario sobre el discurso pronunciado por monseñor Rafael Otón Castro en la ceremonia fúnebre dedicada al papa León xiii60. Además, el 1 de junio de 1903 la revista literaria Pandemónium publicó breves textos suyos sobre el médico Juan de Jesús Flores Umaña 61 y sobre el escritor y profesor Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno62.
En setiembre de 1903 Barrantes Molina publicó en La Justicia Social una carta al presbítero Mardoqueo Arce, para felicitarlo por haber sido seleccionado como becario para realizar estudios eclesiásticos superiores en el prestigioso Colegio Pío Latino Roma63, y en el periódico El Día una serie de cuatro sesudos artículos titulada «Párrafos episcopales», en los cuales exponía sus ideas sobre las condiciones y cualidades que a su juicio debería tener el sacerdote a quien se designara como nuevo obispo de Costa Rica64. La cuarta entrega de «Párrafos episcopales», aparecida el 30 de setiembre de 1903, es la postrera publicación efectuada por Barrantes Molina antes de salir de Costa Rica en 1904 que ha llegado hasta nuestros días. Aunque se sabe que en febrero de 1904 era redactor del Boletín Bibliográfico que publicaba la librería de Antonio Lehmann65, hoy no se conserva ningún ejemplar de esa publicación.
Obras escritas en Sudamérica y publicadas en Costa Rica, o sobre temas costarricenses
A pesar de haber emigrado de Costa Rica en 1904, Barrantes Molina envió ocasionalmente a periódicos y revistas costarricenses algunos textos breves en prosa, que había publicado en la Argentina: «El terremoto de Cartago»66, «La leyenda de abril»67 y «La leyenda de Juan»; este, un cuento sobre la heroica hazaña de Juan Santamaría en la batalla de Rivas68. Entre 1921 y 1922, el periódico josefino Diario del Comercio reprodujo además cuatro poemas suyos: «El pájaro mudo»69, «Sed como el árbol»70, «La capa en el rayo de sol»71 y «El secreto de Colón»72.
En 1923 Barrantes Molina publicó en Buenos Aires su tomo Versos, que recoge setenta y tres poemas, siete dedicados a temas o a personajes costarricenses: «Promesa»73, «Añoranzas»74, «Nostalgia» 75 y «Hasta luego»76, nostálgicas evocaciones de Costa Rica; «La luz interior»77, dedicado al músico Julio Fonseca, condiscípulo suyo en el Seminario y en el Liceo, «La Noche Buena»78, recuerdo de las celebraciones navideñas de su infancia en Costa Rica, y «El fruto del dolor»79, dedicado a su amigo Jorge Volio Jiménez, en ese momento candidato a la presidencia de Costa Rica por el Partido Reformista. Lamentablemente, en este poemario no se incluyó otra composición suya dedicada a Costa Rica, cuyo título desconocemos y de la que hoy solo queda una estrofa reproducida por Adolfo Esquivel de la Guardia en un artículo publicado en Athenea en 1920:
Mas si tu suelo en gracia y opulencia,
sobre el planeta ha de llevar la palma,
aún es más bello el resplandor de tu alma
y más precioso tu valor moral80
En Escritores y poetas de Costa Rica, de Sotela, se reprodujeron dos de los poemas de Barrantes: «Patrios recuerdos», el mismo publicado en Versos con el título «Añoranzas», y «A Buenos Aires», elogio de la capital argentina, también incluido en Versos81. Al referirse a Barrantes Molina en Escritores de Costa Rica, aparecida en San José 1942, Sotela volvió a incluir «Patrios recuerdos»82 y «A Buenos Aires»83.
Los últimos textos de Barrantes Molina publicados en Costa Rica en vida del autor fueron cinco artículos ya aparecidos en Argentina, que se reprodujeron en San José en la Revista Costarricense, publicación de orientación feminista y fuertemente católica dirigida por Sara Casal: «Los recursos psicológicos del sistema preventivo»84 (marzo de 1934), «La acción de la mujer apostólica en Argentina»85 (octubre de 1935), «La doncella estigmatizada de Konnersuth»86 (mayo de 1936), «Lo necesario y lo superfluo en la enseñanza» (abril de 1938)87 y «La tragedia de la humanidad» (enero de 1943)88.
Peregrinajes por Sudamérica
En 1904 Luis Barrantes Molina tomó la decisión de abandonar Costa Rica y viajar a Sudamérica. No se conoce a ciencia cierta su motivación; aunque puede que haya sido la de buscar nuevos horizontes, también debió de haber habido de por medio algún lacerante dolor o desengaño personal, ya que a su muerte en 1949 Francisco María Núñez escribió crípticamente que «la pena que lo llevó alejarse de su patria, la siguió rumiando en la tierra lejana, y fue el acicate para empeñarse en ganar nombre»89. Ignoramos del todo qué tipo de pena fue aquella: ¿familiar?, ¿amorosa?, ¿había experimentado alguna discriminación o desengaño ligado a sus orígenes? Unas frases escritas en 1950 por José Fabio Garnier al comentar una de sus novelas, apuntan a una decisión definitiva del escritor de no regresar a Costa Rica, ya que se dice que «en un momento de desánimo, se arrancó de la patria con la intención de nunca volver a ella»90.
Dado que tan solo tenía veintiséis o veintisiete años, dudamos de que su partida fuese el resultado de un sentimiento de frustración profesional o intelectual o de la idea de que sus trabajos literarios eran poco apreciados en el país, ya que eso era algo habitual en una sociedad tan tremendamente indiferente a la cultura, más tratándose de un escritor tan joven. Sin embargo, en 1902, en un artículo sobre el presbítero Rosendo J. Valenciano, había escrito: «Tenemos los ticos, genial tendencia, de nuestros padres los españoles heredada, a mirar con desdén los méritos de los nuestros si es que no ponemos empeño inaudito en amenguar su brillo»91.
Tampoco hemos dado con la fecha de su partida del país, que le resultó muy dolorosa. Es posible que haya sido alrededor de junio de 1904, ya que el 19 de mayo todavía la revista Páginas Ilustradas lo menciona como redactor del Boletín Bibliográfico de la librería de Antonio Lehmann92. Es llamativo que ningún periódico ni revista hizo referencia, que sepamos, a su salida de Costa Rica.
Años más tarde Barrantes plasmó en «Añoranzas» los sentimientos que lo embargaron al despedirse de las costas costarricenses:
Trémulas palmas, fuentes y follajes
estremecidos por el viento blando,
casitas blancas, idílicos paisajes
que contemplé desde el vapor llorando.
Las hadas de mis sueños matinales
me evocan aun con su vital aroma
el tremolar de aquellos platanales
y del cafeto la brillante poma.
Cuando ocultarse vi con desaliento
la playa gris, salí de mi letargo,
y sobre el mar volqué mi sentimiento
como sus aguas pertinaz y amargo.
Aquel dolor que me enlutó la vida
quitólo el tiempo ante quien nada dura
y hoy la memoria de tu faz querida
en vez de duelo inspírame dulzura.
Como aquel día, fresco está en mi mente
el panorama ideal de tus bellezas;
y es su recuerdo como luz sonriente
que desvanece todas mis tristezas.
Si el desterrado a quien del patrio nido
echó el tirano, con amor te añora,
¡cuánto más yo que nunca estuve herido
bajo tu cielo, por maldad traidora!93
De Costa Rica, Luis Barrantes Molina se dirigió al Ecuador, posiblemente después de haber hecho escala en Panamá. Desembarcó en Guayaquil, con tan mala fortuna que enseguida se contagió de la fiebre amarilla que azotaba el puerto. Esto, sin embargo, dio pie para que entrara en contacto con el clero ecuatoriano, según relató años después:
Al día siguiente de mi llegada a esa ciudad, fui contagiado por la peligrosa fiebre amarilla. Un policía me condujo al hospital. Allí vino a ofrecerse, para confesarme, un sacerdote. Después de hacerlo, me habló afectuosamente. Entonces le dije que era periodista católico, y le mostré algunos recortes de artículos míos. Eso bastó para que aquel buen eclesiástico se interesara por mí, hasta el extremo de hacerme sacar del hospital, cuando estuve fuera de peligro, y trasladarme al convento de los dominicos, cuyo prior era el padre Palacios, oriundo de la provincia ecuatoriana de Cuenca. Esos virtuosos religiosos me atendieron solícitamente, sin haberme tratado antes nunca […] Mis recuerdos de Guayaquil están impregnados de vago y poético misticismo, tanto porque allí estuve a punto de mor, como por haber pasado mi convalecencia en un convento. En Costa Rica no existía en aquel tiempo ninguno de esos recintos de ascetismo y de clausura. Así que en la dulzura de la convalecencia, por primera vez percibí yo, desde la ventana de mi celda, la vida plácida, inocente, ordenada y poética que hacen los frailes. Bajos los arcos, entre las pálidas penumbras, veía el pausado, grave y silencioso desfile de los religiosos encapuchados, como blancos y vaporosos fantasmas. Hasta mi lecho llegaban el melodioso murmullo del canto litúrgico, la dulcísima Salve y el Ángelus. Con frecuencia me hablaban los viejos hermanos con candor de niños. El padre Palacios, orador y escritor brillante, después de sus laborosas misiones, se recogía para tomar aliento en aquel bello rincón de quietud y de meditación94.
Los religiosos dominicos le hablaron del enfermo periodista costarricense al virtuoso sacerdote monseñor Nicolás Segundo Álvarez Arteta, vicario general de Guayaquil y gobernador de la diócesis, quien se interesó vivamente por él. Hizo que un buen médico lo asistiera en el convento, y una vez curado le dio un puesto de maestro en el colegio católico anexo a la catedral de Guayaquil, que dirigía un canónigo apellidado Santiesteban. Al tiempo que trabajaba en el colegio, colaboró con el periódico El Ecuatoriano95. Muchos años después, el escritor se reencontró en Argentina con monseñor Álvarez Arteta, quien, perseguido por las autoridades anticlericales de Ecuador, había llegado como exiliado. A su muerte, ocurrida en Buenos Aires en 1928, Barrantes Molina publicó una extensa y emotiva biografía de su benefactor, Un alma sacerdotal.
Pasados cuatro meses en Guayaquil 96, el joven escritor se trasladó a Lima, ciudad en la que colaboró con el periódico El Bien Público97 y con la revista Actualidades, fundada en 1903, en la que además de noticias se publicaban artículos literarios y comentarios sobre temas artísticos y culturales, notas sociales y suplementos artísticos98. De esta época se conoce un hermoso artículo suyo sobre la catedral de Lima, escrito en octubre de 1904 y publicado en Actualidades dos meses después99. Sin embargo, el escritor tampoco echó raíces en el Perú, y en fecha que ignoramos se trasladó a Chile, donde trabajó para los periódicos El Mercurio del Sur, de Valdivia, El Chileno de Santiago y La Unión 100de Valparaíso. Alrededor de 1907 salió de Valparaíso en un velero hacia Chiloé, cruzó después el estrecho de Magallanes y tras remontar el río La Plata llegó a Buenos Aires 101, quizá sin imaginar todavía que residiría en la Argentina el resto de su vida.
Cuarenta y dos años de un escritor costarricense en Argentina
1. Los primeros años
Casi todo lo que sabemos de los primeros años de Barrantes Molina en Argentina proviene de lo publicado en Costa Rica en 1920 y 1950 por Adolfo Esquivel de la Guardia102, uno de los pocos costarricenses residentes entonces en el país sudamericano. En 1920, Esquivel de la Guardia publicó en Athenea un extenso artículo, «Un costarricense en la Argentina», en el que relata con afecto las vicisitudes de la vida de su amigo Luis durante sus años iniciales en aquel país103. En 1950, con motivo del deceso de nuestro personaje, escribió para el Diario de Costa Rica un sentido artículo necrológico104. En este último texto se refiere que, a su llegada a la Argentina, Barrantes no se quedó en Buenos Aires, sino que pasó a las provincias de Córdoba y Santa Fe, donde se dedicó a trabajar como periodista en publicaciones católicas105. Después regresó a Buenos Aires, donde se radicó definitivamente. Allí trabajó en los periódicos EI Pueblo, El País, El Combate, El Nacional y La Unión y fundó la revista El Sembrador 106. También dirigió los diarios El Heraldo de Tucumán y Tribuna Popular de Salta107. En 1911 adoptó la nacionalidad argentina, por naturalización108. En Buenos Aires también se dedicó a la docencia, tanto en escuelas primarias como en colegios de segunda enseñanza109, y fue director del Colegio de San Antonio110.
Sobre las ideas religiosas de Barrantes como principal motor de su actividad periodística, Esquivel de la Guardia dice:
Barrantes Molina es, sobre todo, un católico de la más pura cepa; un verdadero creyente; un hombre de fe profunda; un apasionado por el dogma. No hay en su religión el más pequeño convencionalismo, la más mínima hipocresía, el menor interés mezquino por lo humano, que para él es lo pasajero. Su espíritu se encuentra absorto ante la magnificencia que para él brota de lo alto, y no hay un solo átomo de su alma, que no vibre como finísima cuerda de arpa al impulso que siente venir de arriba. Pero no por eso es un místico, en el sentido de ensueño que suele atribuírsele a la palabra. No: él no se ha conformado con que lo absorba la luminosidad interior de su credo; él no se ha contentado con entregarse a la meditación, como los eremitas, ni al éxtasis como los fakires; sino que ha tratado de ser acción puesta al servicio de su verdad y lo ha conseguido: se ha ilustrado, y desde la tribuna, la cátedra y la prensa, coopera al mantenimiento y engrandecimiento del cristianismo111.
Y en palabras del propio Barrantes:
En algunas de esas fraguas de trabajo cerebral en que se forja la lectura del diario, mi sueldo sufrió angustiosas depreciaciones; pero solamente en Buenos Aires llegó a la delgadez inverosímil de cincuenta y treinta y cinco pesos mensuales, escribiendo yo, sin embargo. traducciones, editoriales y réplicas de célebres conferencistas. Mas, aunque se rían los hombres positivos, confieso que la conciencia de no ser nunca un mercenario y de servir con mi trabajo a una causa que en todas partes, ya sea yo explotado o retribuido, es la mía, me ha hecho fácilmente soportable la pobreza… El ideal es, como el jugo gástrico, un poderoso auxiliar de la digestión, porque aún el frío y la neuralgia se hacen insensibles cuando el periodista escribe entusiasmado por sus convicciones112.
Entre los textos periodísticos publicados en sus primeros años en la Argentina, Esquivel de la Guardia se refirió a catorce artículos con los que Barrantes Molina replicó a las conferencias impartidas en ese país por el sociólogo italiano Enrique Ferri113, a innumerables artículos suyos prestigiando a Costa Rica114 y a una polémica sobre literatura francesa que sostuvo en 1917 con el sacerdote Gustavo Franceschi115 .
En el ámbito personal y sentimental, es muy poco lo que se sabe de la vida de Barrantes Molina, que nunca se casó, ni dejó descendencia. En su poemario Versos (1923), hay una referencia a amoríos pasajeros durante sus travesías por Sudamérica116 y a los sentimientos que le inspiraron la señorita Rebeca Blen117 y una joven italiana, Margarita, a la que Barrantes llama en un poema «fresca flor de Italia, burbuja de sol»118.
2. Las biografías
En Buenos Aires, Luis Barrantes Molina publicó sus primeras obras extensas, entre las que se destacan cinco biografías, dedicadas a personajes directa o indirectamente vinculados con la Iglesia Católica. La primera, publicada en 1916 o 1917, parece haber sido Gemma Galgani, que trata de la vida de la mística italiana de ese nombre119. La siguió Monseñor José Fagnano. Ensayo biográfico, sobre la vida del salesiano piamontés Giuseppe Fagnano (1844-1916)120. Una tercera obra biográfica suya fue Namuncurá, que trataba de la vida del joven Ceferino Namuncurá (1886-1905), más tarde beatificado121. Más tarde, entre 1920 y 1923, Barrantes Molina publicó El presidente mártir, obra relativa al presidente ecuatoriano Gabriel García Moreno, célebre por su ferviente y exaltado catolicismo122. La última biografía publicada fue Un alma sacerdotal: monseñor Dr. Nicolás Segundo Álvarez Arteta, entre nosotros monseñor Nicolás Saa, impresa en Buenos Aires en 1928. En esta obra, además de relatar la vida de ese sacerdote ecuatoriano, quien lo ayudó generosamente durante su estadía en Guayaquil en 1904, Barrantes Molina incluyó numerosos y vívidos recuerdos autobiográficos, tanto de su juventud en Costa Rica como de los meses que pasó en Ecuador123. Se tiene noticia de que también fue autor de una biografía de santa Mónica, con un análisis crítico de la obra filosófica de su hijo san Agustín124, pero esta obra al parecer quedó inédita y su texto no se conoce.
3. Novelas y cuentos
Además de su ingente labor como periodista, Luis Barrantes Molina tuvo una faceta especialmente prolífica en Argentina como escritor de obras de ficción, identificadas como novelas, aunque a la mayoría de ellas cabría más bien describirlas como novelas cortas. Su producción novelística, desarrollada entre 1917 y 1923, consta de diecinueve libros. Un peculiar aspecto es que él mismo no se tomaba muy en serio. A decir de Esquivel de la Guardia, era sencillo, modesto y humilde 125. En una entrevista concedida al periódico argentino La Semana, manifestó:
Mi mala presencia me hace inaccesibles las redacciones, sugiere juicios depresivos acerca de mis aptitudes, obstruye a mis novelas manuscritas el camino de la impresión y de la publicidad, hasta que se deshacen y borran lastimadas por las frecuentes mudanzas de mi azarosa existencia… Pero yo gocé escribiéndolas y he lucrado con la pureza de mi intención y con la castidad de su desarrollo. Ni la humanidad necesita de ellas, ni su publicación ha de aumentar mi valor personal ni mi felicidad126.
La primera de la que tenemos noticia, La intriga del Sanedrín, es una novela histórica ambientada en los primeros tiempos del Cristianismo. Fue publicada por entregas en Buenos Aires en 1917 y tenía un total de 236 páginas, distribuidas en veinte capítulos127. Obtuvo el Premio del Ateneo Literario del Plata, del Colegio El Salvador128.
En diciembre de 1918 empezó a publicar novelas cortas en la revista porteña La Novela del Día, en la que semanalmente aparecían obras de corte melodramático. Los requerimientos de la revista —textos de unas 15 páginas, publicados en una sola entrega y destinados a lectores poco exigentes— explican algunas características de las obras que en ella dio a la luz Barrantes Molina; por ejemplo, lo habitualmente apresurado de la acción y el desenlace, y la presentación relativamente superficial de personajes y situaciones. Sin embargo, en casi todas aquellas novelas aparecidas en La Novela del Día su autor hace gala de un vocabulario selecto y rica adjetivación, y queda de manifiesto su amplia cultura. En sus páginas a menudo están también presentes los sentimientos religiosos y las preocupaciones morales del escritor. La primera obra publicada en La Novela del Día fue Drama de hogar129, aparecida en diciembre de 1918. Le siguieron El maximalismo en marcha…130 (junio de 1919), Un artista del crimen131 (setiembre de 1919), La vergüenza de su propia sangre132 (febrero de 1920) y La tragedia del Calvario o La intriga del Sanedrín 133 (marzo de 1920); esta última, según indica Esquivel de la Guardia134, es una versión resumida de La intriga del Sanedrín publicada por Barrantes Molina en 1917. Después de un largo intervalo, en diciembre de 1922 La Novela del Día publicó El terror negro135, a la que siguió Amor sublime, aparecida en siete entregas entre el 7 y el 17 de abril de 1923136, que es una especie de continuación de La tragedia del Calvario. Con 111 páginas de texto y ٤٦ capítulos, es la más extensa; pudimos dar con su texto, y es la única de sus novelas que se conserva en la Biblioteca Nacional Miguel Obregón, en un ejemplar cuya portada muestra una dedicatoria de puño y letra del escritor para Joaquín García Monge. La octava obra de Barrantes Molina que apareció en La Novela del Día, en diciembre de 1923, y la última de la que hemos podido encontrar el texto, lleva por título Un idilio extraño137.
En una lista contenida en su poemario Versos, su autor enumera otras siete novelas suyas: La pasión de una vestal, Honrosa cobardía, Angustias de amor, El delincuente, El demonio del romanticismo, La novela de un niño y La caída de un ángel, esta última entonces en prensa138. No hemos podido localizar ejemplares de ninguna de estas obras, cuyos textos pueden haberse perdido para siempre, y ni siquiera datos sobre su año de publicación. En su artículo de 1920, Adolfo Esquivel de la Guardia menciona, además, las novelas históricas La decadencia de Siria y El cisma de Antioquía y la novela de psicología social Un escándalo de amor139, que al parecer quedaron inéditas.
Además de sus novelas, Barrantes Molina menciona en la enumeración contenida en Versos otros dos textos literarios suyos: Brochazos (cuentos breves) y La leyenda de los meses; al título de este último se añade que fueron «publicadas en series anuales» (quizá es un error por «mensuales»). No hemos podido dar con ejemplares de ninguna de estas dos obras, ni datos sobre el año de su aparición.
4. Para mi hogar
Entre las obras extensas de Luis Barrantes Molina, la que a nuestro juicio y por su temática general resulta más alejada de los campos habituales de interés del escritor, es la publicada en Buenos Aires en 1923 con el título de Para mi hogar. Síntesis de economía y sociabilidad domésticas, y en cuya portada se indica «Escrita expresamente para la Cía. Sansinena de Carnes Congeladas, por Luis Barrantes Molina». Esa exitosa empresa de Buenos Aires, dedicada a la elaboración de productos alimenticios, le encargó al escritor la elaboración de un texto de economía doméstica, lo cual resultó en una obra muy vasta, de 372 páginas de texto, en diecisiete capítulos: «Premilinares», «El orden en las necesidades humanas», «La nutrición», «Poder energético y finalidad nutritiva de los alimentos», «Ración alimenticia y equivalencia de los alimentos», «La carne»; «La higiene del bebé, del anciano y del intelectual»; «La necesidad de la educación»; «La vivienda»; «El vestido», «Iluminación y calefacción», «La preservación de las enfermedades del cuerpo y del alma», «El cuidado del enfermo», «El trabajo y el reposo», «Adquisición, conservación y buen uso del dinero», «Felicidad moral y prosperidad económica de las familias» y «Elementos de éxito en el empleo y en la vida»140. Para mi hogar fue la obra más difundida de Luis Barrantes Molina en Argentina, ya que tuvo un tiraje de diez mil ejemplares, pero prácticamente no se conoció en Costa Rica, aunque se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional Miguel Obregón.
5. Versos
Luis Barrantes Molina escribía poesía desde sus años mozos. Dado su temperamento siempre apasionado, su rico vocabulario y el hecho de que desde muy joven manejaba con destreza la métrica y la rima, es indudable que tanto en Costa Rica como su peregrinaje por países sudamericanos debió de escribir innumerables poemas; sin embargo, de ellos apenas han llegado hasta nosotros cuatro publicados en nuestro país antes de 1904 y setenta y cuatro escritos en la Argentina.
En su artículo sobre nuestro escritor, publicado en 1920, Adolfo Esquivel de la Guardia comenta que «es un poeta cuyo verso es fácil, sentimental y galano»141 e indica que su poesías podían dividirse entre religiosas y profanas. En ese texto, Esquivel de la Guardia menciona que el poema «El misionero», dedicado a monseñor Álvarez Arteta, le había valido a Barrantes Molina el primer premio en un concurso internacional142, aunque no entra en pormenores, y además comenta elogiosamente y transcribe fragmentos de otros de los poemas dados a luz por Barrantes en Argentina143. Como quedó indicado páginas atrás, al año siguiente, el periódico josefino Diario del Comercio reprodujo tres poemas, publicados originalmente en Argentina: «El pájaro mudo», «Sed como el árbol» y «La capa en el rayo de sol», y en 1922 un cuarto: «El secreto de Colón».
En 1923, después de la aparición de Para mi hogar, Barrantes publicó en Buenos Aires una recopilación de setenta y tres de sus principales poemas, en un tomo de 68 páginas titulado sencillamenmte Versos.La edición, modesta y sin ilustraciones, fue de corto tiraje. Lamentablemente, las composiciones incluidas no llevan fecha, ni indicación alguna sobre cuáles habían sido publicadas con anterioridad y cuáles eran páginas nuevas. En la última página hay una enumeración de las demás obras del autor144.
6. Otras obras: teatro, traducciones, tesis y conferencias
Gracias a una referencia contenida en el artículo de Esquivel de la Guardia de 1920, se tiene noticia de que Barrantes Molina escribió el drama trágicómico Cómo aman los vivos145, cuyo texto desconocemos y que al parecer quedó inédito. Por lo que escribió el mismo Esquivel de la Guardia en 1950, sabemos que se trataba de «una obrita teatral para alumnos de colegios católicos»146.
Durante sus primeros años en Argentina, Barrantes Molina dio a luz algunas traducciones del italiano y del francés 147, que incluían biografías, novelas y cuentos, obras epistolares, artículos y un texto sobre gastronomía. Escribió además una tesis que recibió el primer premio en un concurso de estudios sociales que tuvo lugar en Buenos Aires, y otra sobre historia y crítica de la educación, de cuatrocientas páginas, «elogiada como la mejor, aunque no premiada, en el concurso promovido por la Academia Literaria del Plata»148. También fue muy apreciado como conferencista149.
7. Periodista de El Pueblo. Viajes a España e Italia. Los opúsculos de 1932. Desde mi tonel.
Desde mediados del decenio de 1920 lo vemos dedicado principalmente a escribir para El Pueblo, uno de los más importantes periódicos católicos de Buenos Aires. Católico practicante y militante, Barrantes Molina tuvo simultáneamente una activa vinculación con la Acción Católica Argentina, movimiento de laicos comprometidos. En sus artículos en El Pueblo, defendió con vehemencia las posiciones de la Iglesia en temas de variada índole, tales como la familia, la educación, las doctrinas morales y jurídicas, la prensa y diversos problemas sociales. Al parecer, su ferviente compromiso con el periódico lo llevó a alejarse casi por completo de la literatura. Se convirtió en una figura muy conocida en Buenos Aires, aunque sus apasionadas opiniones y su vehemente manera de expresarlas no siempre le generaran simpatías. Además de su copiosa contribución a El Pueblo, concretada en centenares de artículos, y a otros periódicos argentinos, escribió también para medios de prensa de otros países, como Chile150, Uruguay151, Panamá152 y España153.
Mientras trabajaba para El Pueblo, tuvo oportunidad de cumplir con el que debió de ser uno de los grandes sueños de su vida: viajar a España y a Italia. De estos viajes quedan algunas reminiscencias fragmentarias en artículos suyos, que nos revelan lo extremadamente conservador, intransigente y mojigato que se había vuelto. Visitó España en 1928, durante la dictadura de Primo de Rivera. Mientras que disfrutó mucho de su estadía en otras poblaciones más tradicionales, Madrid y Barcelona le resultaron chocantes por su frivolidad y libertad de costumbres154. Además de efectuar un segundo viaje en 1932 a España, tuvo oportunidad de visitar Roma, lo cual debe haber sido para él un verdadero peregrinaje religioso y la culminación de un vehemente anhelo. Le impresionó, además, lo que llamó la honrosa sobriedad de los italianos, su sencillez, su capacidad de trabajo y su espíritu de familia155. En ese mismo año, en medio de un agrio debate nacional acerca de la posibilidad de establecer el divorcio en Argentina, Barrantes Molina publicó dos opúsculos, El divorcio y El matrimonio indisoluble,156 en los que defendía las tesis tradicionales de la Iglesia Católica sobre esas materias. Hay ejemplares de ambos documentos en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, de Buenos Aires.
En 1933 dio a luz en Buenos Aires una recopilación de los principales artículos publicados en El Pueblo en años recientes, con el título Desde mi tonel157, clara alusión al antiguo filósofo Diógenes. Publicada por el mismo periódico El Pueblo, la obra, en 814 páginas, incluía 280 artículos periodísticos158, referidos casi en su totalidad a temas coyunturales de la actualidad argentina y mundial de entonces. En sus páginas se exponen de modo franco y a veces descarnado las ideas del autor, en estricto apego a la ortodoxia católica y a una moralidad de estrechísimas miras. Presenta una faceta de Barrantes Molina estacionaria, cuando no retrógrada, que hoy resulta poco atractiva, y en muchos de sus párrafos asoma un tono intolerante e inquisitorial. Paradójicamente, tres decenios antes, en Costa Rica el escritor había criticado a los católicos intransigentes que seguían apegados a la idea de una Iglesia «estancada e inamovible»159. Tuvo, sin embargo, ocasionales posiciones de vanguardia, como su respaldo a la idea del voto femenino160.
Fallecimiento y funerales. Artículos necrológicos
A mediados de la década de 1940, agobiado por el peso de los años, Luis Barrantes Molina se acogió a la jubilación y fue espaciando sus contribuciones a las columnas de El Pueblo. Sin embargo, no dejó de escribir del todo y se mantuvo activo en el periodismo, al lento ritmo de un septuagenario. Murió en Buenos Aires el 12 de noviembre de 1949, después de recibir los auxilios espirituales del ritual católico. Según los datos de El Pueblo, tenía 72 años de edad. Al día siguiente de su fallecimiento, El Pueblo publicó en su portada una columna titulada «Falleció ayer Luis Barrantes Molina. Un periodista católico valiente y vigoroso»161.
En Costa Rica, la primera noticia de su fallecimiento apareció en La Prensa Libre del 6 de diciembre de 1949, en una breve nota luctuosa titulada «Murió don Luis Barrantes Molina en la República Agentina»162. El 18 de diciembre, en el Diario de Costa Rica, Francisco María Núñez le dedicó una columna163. El 18 de enero de 1950, el Diario de Costa Rica lo elogió en un breve artículo, acompañado de una lista de sus obras164; dos meses después, el 22 de marzo de 1950, el mismo Diario de Costa Rica publicó un artículo necrológico que había remitido desde Buenos Aires Adolfo Esquivel de la Guardia165.
Destellos ocasionales en el mar de la indiferencia costarricense
Durante sus primeros dieciséis años de ausencia de Costa Rica, de Luis Barrantes Molina no volvió a oírse prácticamente nada. Ese prolongado olvido ese disipó un poco cuando Adolfo Esquivel de la Guardia remitió desde Buenos Aires un artículo firmado el 17 de abril de 1920, «Un costarricense en la Argentina. Luis Barrantes Molina». El texto de Esquivel, que se publicó en la revista Athenea, dirigida por Rogelio Sotela, el 15 de agosto de 1920166, comienza así:
A los costarricenses que hasta ahora hayan ignorado dónde se encuentra Luis Barrantes Molina y qué es lo que ha hecho, ha de serles muy grato saber que el compatriota ha resultado distinguido; que tiene ya varios años de radicar en esta nación y que aquí se dedica, como lo hiciera ya en otras capitales de Sud-América, a las labores intelectuales; por lo que es bien merecedor de que le dediquemos estas líneas justas y sinceras167.
El artículo concluye con un tácito llamado a los lectores costarricenses para enorgullecerse de su compatriota y tenerlo presente:
Como terminación de estas cuartillas y resumen de lo expuesto, diremos que en Luis Barrantes Molina se unen altas dotes de escritor general, periodista, polemista, novelista, profesor, orador, traductor, poeta y dramaturgo. Es por lo tanto un espíritu cultivado y una persona de verdadero talento y de bien sólida ilustración; condiciones todas estas a las que se añaden su modestia no fingida, sus hábitos de trabajador mental, su experiencia, su serenidad de juicio y otras varias, cuyo conjunto le hace acreedor al aprecio de sus compatriotas, de quienes debe, así como igualmente de parte de todo intelectual centroamericano, ser considerado con orgullo168.
Athenea fue una revista cultural de escaso tiraje, leída sobre todo por literatos, artistas e intelectuales; por consiguiente, no le llegaba al gran público. Sin duda con el ánimo de dar más proyección a la actividad de Barrantes Molina en Buenos Aires, el Diario del Comercio publicó el 31 de agosto de 1920 una apretada síntesis del artículo de Esquivel de la Guardia, con el título de «Costarricenses ilustres en el exterior. Luis Barrantes Molina». La suscribía H. V., cuya identidad no hemos logrado desvelar169. En los años que siguieron, y hasta 1922, como para mantener vivo su recuerdo en Costa Rica, ocasionalmente se reprodujeron en el Diario de Comercio varios artículos de Barrantes Molina publicados en la Argentina, y también algunos de sus poemas.
Como hemos dicho al principio, en 1923, en su importante obra biográfica y antológica Escritores y poetas de Costa Rica, Rogelio Sotela incluyó a Luis Barrantes como integrante de la tercera generación de autores costarricenses170, reseñó su actividad periodística, enumeró sus biografías y novelas, mencionó su militante fe religiosa, dijo que como novelista era muy estimado en la Argentina e incluyó dos de sus poemas171. Sin embargo, la actividad y la obra de Barrantes siguieron desconocidas en nuestro país, situación que tampoco cambió cuando en su segunda gran obra biográfica y antológica, Escritores de Costa Rica (1942), Sotela repitió el mismo texto sobre Barrantes Molina publicado en 1923.
En 1947, al enumerar en su pionera obra Itinerario de la novela costarricense, a los cultivadores de ese género en Costa Rica a partir de Manuel Argüello Mora, Francisco María Núñez incluyó el nombre de Luis Barrantes Molina junto a los de escritores como Fabián Dobles, Carlos Luis Fallas, Manuel González Zeledón, Joaquín Gutiérrez, Max Jiménez, José Marín Cañas y Yolanda Oreamuno. Aunque no las comentó, menciona cuatro de sus novelas: Amor sublime, La intriga del Sanedrín, La tragedia del Calvario y Un artista del crimen 172.
Entre 1949 y 1950, José Fabio Garnier publicó en el diario josefino La Nación una serie de artículos denominada Cien novelas costarricenses, en los cuales reseñaba y comentaba un centenar de obras literarias de ese género. En esta serie, Garnier comentó cinco de las novelas de Luis Barrantes Molina publicadas en la Argentina173. Después de Garnier, y fuera de los escasos artículos necrológicos que aparecieron en la prensa con motivo de su fallecimiento, solamente se recordó a Luis Barrantes Molina en un modesto homenaje que le dedicó el cantón de Grecia en 1951, en los actos de celebración del cxii aniversario de la fundación de la población.
En los años siguientes no volvió a haber en Costa Rica quien se ocupara de él como figura literaria, ni menos quien estudiara su obra. En la primera edición, de 1958, de su Historia y antología de la literatura costarricense, Abelardo Bonilla ni siquiera menciona su nombre. Tampoco fue significativa la brevísima referencia hecha sobre él y su obra en la tesis La novela costarricense, presentada por Rodrigo Solera en la Universidad de Kansas, en 1964174. Desde entonces, Luis Barrantes Bonilla siguió y ha seguido pasando como de puntillas por el escenario de la historia literaria costarricense. Nunca se le ha estudiado en nuestras aulas, ni como periodista ni como literato. No fue sino hasta 2018, casi sesenta años después de su muerte, cuando el historiador Iván Molina Jiménez rompió la lápida de silencio que recaía sobre el escritor y su obra. En un texto publicado en la revista Realidad, Molina Jiménez analizó el caso en conjunción con el de otros dos escritores costarricenses largamente desarraigados del país: Manuel González Zeledón y Yolanda Oreamuno175. En mayo de 2023, el mismo Molina Jiménez volvió a recordar a Barrantes Molina en un artículo publicado en el periódico Universidad sobre la novelística católica costarricense de principios del siglo xx176.
Esperamos que la síntesis biográfica que aquí ofrecemos Luis Barrantes Molina ayude a rescatar para los costarricense la figura y la obra de este gran olvidado de la historia de las letras patrias.
Cartago, diciembre de 2023
1 Rogelio Sotela, Escritores y poetas de Costa Rica (San José: Lehmann, 1923): 387-388.
2 «113o aniversario de la fundación de la ciudad de Grecia», La República, 29 de abril de 1951, p. 8.
3 «Falleció ayer Luis Barrantes Molina», El Pueblo (Buenos Aires), 13 de noviembre de 1949, p. 1.
4 Bautizo de Anselma de las Mercedes Barrantes Molina, en
https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQNY-HP8
5 Defunción de Anselma Barrantes Molina, en https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:D484-PG6Z
6 Luis Barrantes Molina, «Hijas del campo», La Revista, San José, 12 de setiembre de 1900, p. 2; Luis Barrantes Molina, Versos (Buenos Aires: Sebastián de Amorrortu, 1923,): 26.
7 Luis Barrantes Molina, «Carta abierta», en El País, 24 de mayo de 1901, p. 1.
8 Luis Barrantes Molina, Un alma sacerdotal (Buenos Aires, Imprenta A. Baiocco, 1928): 33-35.
9 Luis Barrantes Molina, «Párrafos», La Justicia Social, 3 de octubre de 1902, p. 2.
10 Adolfo Esquivel de la Guardia, «Un costarricense en la Argentina. Luis Barrantes Molina», Athenea iv, 8 (1920): 960.
11 Barrantes Molina, Un alma sacerdotal, 33-34.
12 Barrantes, Un alma sacerdotal, 10-11.
13 «Argentina rinde un homenaje de simpatía al extinto periodista y novelista costarricense», Diario de Costa Rica, 18 de enero de 1950, p. 5.
14 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Corte Suprema de Justicia, cr-an-ah-csj-jcad-expdentm, n° 006496; Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Corte Suprema de Justicia, cr-an-ah-csj-jcad-expdentm, n° 006537; Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Corte Suprema de Justicia, cr-an-ah-csj-jcad-expdentm, n.° 006204.
15 Barrantes Molina, Un alma sacerdotal, 11.
16 «La manifestación hecha por la Escuela de Derecho», La República, 9 de mayo de 1901, p. 1.
17 Luis Barrantes Molina, «La velada de anoche», La Prensa Libre, 27 de febrero de 1902, p. 4.
18 Víctor M. Sanabria, Bernardo Augusto Thiel, segundo obispo de Costa Rica [1941] (San José: Editorial Costa Rica, 1982): 811-812.
19 Luis Barrantes Molina, «Fallecimiento de S. S. Ilma. Los últimos momentos», La República, 10 de setiembre de 1901, p. 2.
20 Luis Barrantes Molina, «La prensa independiente», en El Tiempo, 17 de agosto de 1901, p. 2.
21 Luis Barrantes Molina, «Lo del sábado», El Día, 10 de diciembre de 1901, p. 2; «Refresco», La Prensa Libre, 17 de febrero de 1902, p. 4.
22 Luis Barrantes Molina, «Hechos y dichos», El Día, 16 de marzo de 1902, p. 3.
23 «Luis Barrantes Molina», La Justicia Social, 23 de marzo de 1903, p. 3.
24 L[uis] B[arrantes], «Visionaria», en Ensayos Literarios. Órgano de la juventud vi (1 de diciembre de 1896): 45.
25 L[uis] B[arrantes], «La verdadera dinastía», Ensayos Literarios. Órgano de la juventud vi (1 de diciembre de 1896): 54-56.
26 Luis Barrantes M. «En la iglesia», El Eco Católico de Costa Rica, mayo de 1898, p. 140.
27 Luis Barrantes M., «Fábula», El Eco Católico de Costa Rica, mayo de 1898, p. 140.
28 Luis Barrantes M., «Neurosis», El Eco Católico de Costa Rica, junio de 1898, p. 185.
29 Luis Barrantes M., «Florecimiento», El Eco Católico de Costa Rica, diciembre de 1898, p. 458.
30 Luis Barrantes, «Un día de huelga», El Eco Católico de Costa Rica, setiembre de 1898, p. 323.
31 Luis Barrantes Molina, «En el mar», El Eco Católico de Costa Rica, febrero de 1899, p. 458; reproducido en La Prensa Libre, 6 de julio de 1899, p. 3.
32 Luis Barrantes Molina, «La Trinchera», La Prensa Libre, 27 de julio de 1899, p. 3.
33 Luis Barrantes M., «José María Sánchez», El Eco Católico de Costa Rica, agosto de 1899, p. 110.
34 Luis Barrantes Molina, «Florecimiento», La Prensa Libre, 18 de octubre de 1899, p. 2.
35 Luis Barrantes, «El día de la superiora», La Revista, 14 de enero de 1900, p. 2.
36 Luis Barrantes M., «El lujo”, El Eco Católico de Costa Rica, 24 de febrero de 1900, pp. 29-30.
37 Luis Barrantes Molina, «Hijas del campo», La Revista, 12 de setiembre de 1900, p. 2.
38 Luis Barrantes Molina, «Necesidad de leer libros católicos», El Eco Católico de Costa Rica, 19 de enero de 1901, p. 404.
39 Luis Barrantes Molina, «Necesidad de creer», El Eco Católico de Costa Rica, 9 de febrero de 1901, pp. 18-19.
40 Luis Barrantes Molina, «Sin la fe no hay felicidad», El Eco Católico de Costa Rica, marzo de 1901, pp. 50-51. Este texto, reformulado y con el título «Párrafos», volvió a ublicarse en La Justicia Social, del 7 de octubre de 1902, p. 3.
41 Luis Barrantes Molina, «La Iglesia y el siglo», El Eco Católico de Costa Rica, marzo de 1901, p. 42. Reproducido en La Revista, 15 de marzo de 1901, p. 2.
42 Luis Barrantes Molina, «Réplica», El Fígaro, 15 de abril de 1901, p. 2.
43 Luis Barrantes Molina, «Carta abierta», El País, 24 de mayo de 1901, p. 1.
44 Luis Barrantes Molina, «Párrafos», El Día, 1 de setiembre de 1901, p. 2.
45 Luis Barrantes Molina, «Bernardo Augusto», El Eco Católico de Costa Rica, setiembre de 1901, p. 268.
46 Luis Barrantes Molina, «La conferencia del Sr. Soto Hall», La Prensa Libre, 14 de abril de 1902, p. 2.
47 En 1902, la columna de Barrantes Molina apareció en los siguientes ejemplares de La Justicia Social, 17 de setiembre de 1902, p. 2; 19 de setiembre de 1902, p. 2; 3 de octubre de 1902, p. 2; 7 de octubre de 1902, p. 3. Además, en el periódico se publicaron su poema «María», 22 de setiembre de 1902, p. 2, y su artículo «A un pito flautín», 24 de octubre de 1902, p. 3.
48 Luis Barrantes Molina, «María», La Justicia Social, 22 de setiembre de 1902, p. 2.
49 Luis Barrantes Molina, «Palique», La Justicia Social, 22 de setiembre de 1902, pp. 2-3.
50 L[uis] B[arrantes] M[olina], «Velada de los obreros», La Justicia Social, 29 de setiembre de 1902, p. 33.
51 L[uis] B[arrantes] M[olina], «Castelar», La Justicia Social, 20 de octubre de 1902, p. 3.
52 Luis Barrantes Molina, «A un pito flautín», La Justicia Social, 24 de octubre de 1902, p. 3.
53 L[uis] B[arrantes] M[olina], «Rosendo Valenciano», La Justicia Social, 16 de diciembre de 1902, p.2.
54 Luis Barrantes Molina, «Dos mendigos (fantasía)», La Justicia Social, 31 de enero de 1903, p. 2.
55 Luis Barrantes Molina, «Dr. Carlos M. Ulloa, jefe de la diócesis», La Justicia Social, 3 de marzo de 1903, p. 1.
56 Luis Barrantes Molina, «Oración fúnebre pronunciada por Luis Barrantes Molina en la puerta del Carmen, antes de la inhumación del cadáver del muy ilustre doctor Ulloa», La Justicia Social, 4 de marzo de 1903, p. 1.
57 «Luis Barrantes Molina», La Justicia Social, 23 de marzo de 1903, p. 3.
58 Luis Barrantes Molina, «Jorge Volio», La Justicia Social, 7 de mayo de 1903, pp.2-3.
59 Luis Barrantes Molina, «Julio Fonseca», El Día, 9 de julio de 1903, p. 2.
60 Luis Barrantes Molina, «El discurso del vicario capitular», El Día, 31 de julio de 1903, p. 2.
61 Luis Barrantes Molina, «El doctor Flores», Pandemónium, 1 de junio de 1903, p. 6.; reproducido en «Lo que escribió… Lo que se escribe… Secretarios de Estado en el Gobierno de don Ascensión Esquivel», La Nación, 8 de marzo de 1965, p. 2.
62 Luis Barrantes Molina, «Don Manuel de J. Jiménez», Pandemónium, 1 de junio de 1903, p. 6. ; reproducido en «Lo que escribió… Lo que se escribe… Secretarios de Estado en el Gobierno de don Ascensión Esquivel», La Nación, 8 de marzo de 1965, p. 2.
63 Luis Barrantes Molina, «Señor don Mardoqueo Arce», La Justicia Social, 7 de setiembre de 1903, p. 2.
64 Luis Barrantes Molina, «Párrafos episcopales», El Día, 26 de setiembre de 1903, p. 2; «Párrafos episcopales», El Día, 27 de setiembre de 1903, p. 2; «Párrafos episcopales», El Día, 27 de setiembre de 1903, p. 2; «Párrafos episcopales», El Día, 30 de setiembre de 1903, p. 2.
65 Luis Barrantes Molina, «Nuestra prensa», Páginas Ilustradas 19 (mayo de 1904): 16.
66 Luis Barrantes Molina, «El terremoto de Cartago», El Sol, 3 de setiembre de 1910, p. 2.
67 Luis Barrantes Molina, «La leyenda de abril», Diario del Comercio, 4 de agosto de 1921, p. 2.
68 Luis Barrantes Molina, «La leyenda de Juan», Diario del Comercio, 2 de octubre de 1921, p. 6.
69 Luis Barrantes Molina, «El pájaro mudo», Diario del Comercio, 3 de setiembre de 1921, p. 8.; aparece también en Versos, ed. cit, p. 37.
70 Luis Barrantes Molina, «Sed como el árbol», Diario del Comercio, 15 de setiembre de 1921, p. 4.; aparece también en Versos, ed. cit, pp. 8-9.
71 Luis Barrantes Molina, «La capa en el rayo de sol», Diario del Comercio, 16 de julio de 1922, p. 8; aparece también en Versos, ed. cit, pp. 37-38.
72 Luis Barrantes Molina, «El secreto de Colón», Diario del Comercio, 12 de octubre de 1922, p. 5; aparece también en Versos, ed. cit., pp.40-42.
73 Luis Barrantes Molina, «Promesa», Versos, ed. cit., p. 4.
74 Luis Barrantes Molina, «Añoranzas», Versos, ed. cit., p. 12.
75 Luis Barrantes Molina, «Nostalgia», Versos, ed. cit., p. 22.
76 Luis Barrantes Molina, «Hasta luego», Versos, ed. cit., p. 26.
77 Luis Barrantes Molina, «La luz interior», Versos, ed. cit., pp. 13-14.
78 Luis Barrantes Molina, «La Noche Buena», Versos, ed. cit., pp. 23-24.
79 Luis Barrantes Molina, «El fruto del dolor», Versos, ed. cit., p. 30.
80 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense en la Argentina», p. 968.
81 Luis Barrantes Molina, «A Buenos Aires», Versos, ed. cit., pp. 17-18.
82 Rogelio Sotela, Escritores de Costa Rica (San José: Lehmann, 1942): 338-339.
83 Sotela, loc. cit., pp. 339-340.
84 Luis Barrantes Molina, «Los recursos psicológicos del sistema preventivo», Revista Costarricense 44 (1934): 759.
85 L[uis] B[arrantes] M[olina], «La acción de la mujer apostólica en Buenos Aires», Revista Costarricense 218, (1935): 403-403; publicada originalmente en el periódico argentino El Pueblo, del 4 de mayo de 1935.
86 L[uis] B[arrantes] M[olina], «La doncella estigmatizada de Konnersuth», en Revista Costarricense 244 (1936): 852-853; artículo publicado originalmente en El Pueblo de Buenos Aires.
87 Luis Barrantes Molina, «Lo necesario y lo superfluo en la enseñanza, Revista Costarricense 327 (1938): 43-44.
88 L[uis] B[arrantes] M[olina], «La tragedia de la humanidad», Revista Costarricense, 541 (1943): 1559-1561.
89 Francisco María Núñez, «La muerte del periodista Luis Barrantes Molina», Diario de Costa Rica, 18 de diciembre de 1949, p.8.
90 José Fabio Garnier, «Cien novelas costarricenses», en https://www.sinabi.go.cr/exhibiciones/Cien%20novelas%20costarricenses/Resenas.aspx
91 L L[uis] B[arrantes] M[olina], «Rosendo Valenciano», La Justicia Social, 16 de diciembre de 1902, p. 2.
92 «Nuestra prensa», Páginas Ilustradas, 19 (1904): 16.
93 Luis Barrantes Molina, «Añoranzas», Versos, ed. cit., p. 12.
94 Luis Barrantes Molina, Un alma sacerdotal, ed. cit., 9 y 11.
95 Ibid., p. 11.
96 Barrantes Molina, Un alma sacerdotal, ed. cit., p. 111.
97 Esquivel de la Guardia, 1920, p. 962.
98 Fuentes históricas del Perú, en https://fuenteshistoricasdelperu.com/2020/06/14/actualidades/
99 Luis Barrantes Molina, «La Catedral», Actualidades (Lima) 94 (1904), sin paginación. Disponible en https://books.google.co.cr/books?id=NhA4AQAAMAAJ&pg=PP326&dq=%22luis+barrantes+molina%22&hl=es-419&newbks=1&newbks_redir=0&sa=X&ved=2ahUKEwiAoJnC2M2BAxURSjABHd90BMMQ6AF6BAgJEAI#v=onepage&q=%22luis%20barrantes%20molina%22&f=false
100 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
101 Adolfo Esquivel de la Guardia, «Luis Barrantes Molina, su vida y obra», Diario de Costa Rica, 18 de enero de 1950, pp. 5 y 8.
102 Sobre Esquivel de la Guardia, vid. Rogelio Sotela, «Adolfo Esquivel de la Guardia», Athenea iv, 8 (1920): 958-959.
103 Adolfo Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», 960-969.
104 Adolfo Esquivel de la Guardia, «Luis Barrantes Molina, su vida y obra», Diario de Costa Rica, 18 de enero de 1950, pp. 5 y 8.
105 Ibid., p. 8.
106 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
107 Carlos Paz, Efemérides literarias argentinas, (Buenos Aires: Caligraf, 1999): 520.
108 «Falleció ayer Luis Barrantes Molina. Un periodista católico valiente y vigoroso»,El Pueblo, 13 de noviembre de 1949, p. 1.
109 Esquivel de la Guardia, «Luis Barrantes Molina, su vida y obra», p. 8.
110 Esquivel de la Guardia, 1920, pp. 961-962.
111 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 960.
112 Ibid., pp. 960-961.
113 Ibid., p. 962.
114 Ibid., p. 963.
115 Ibid., pp. 962-963.
116 Luis Barrantes Molina, «Nostalgia», Versos, ed. cit., p. 22.
117 Luis Barrantes Molina, «¡Adiós!», Versos, ed. cit., p. 16.
118 Luis Barrantes Molina, «Carta amorosa», Versos, ed. cit., pp. 40-51.
119 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
120 Luis Barrantes Molina, Monseñor José Fagnano (Buenos Aires: Librería del Colegio ix, 1918). Debemos una fotocopia de esta obra al presbítero Marcello Sardelli, director de la Biblioteca del Centro Studi Don Bosco (CSDB) de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma (UPS).
121 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
122 No hemos podido localizar ejemplares de esta obra. Aparece mencionada en la enumeración de las obras de Barrantes em su poemario publicado en 1923. Vid. Barrantes Molina, Versos, ed. cit., p. 68.
123 Luis Barrantes Molina, Un alma sacerdotal, ed. cit.
124 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 960.
125 Ibid., p. 961.
126 Ibid., p. 962.
127 Luis Dobles Segreda, Índice bibliográfico de Costa Rica (San José: Lehmann, 1930), tomo iv, p. 129.
128 Esquivel de la Guardia, «Luis Barrantes Molina…», p. 8.
129 Luis Barrantes Molina, Drama de hogar, en La Novela del Día, n.° 5, 14 de diciembre de 1918, pp. 83-104, en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/770846939/1/LOG_0003/
130 Luis Barrantes Molina, El maximalismo en marcha… , en La Novela del Día 28, 13 de junio de 1919, pp. 203-222, en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/770921752/1/LOG_0003/
131 Luis Barrantes Molina, Un artista del crimen, en La Novela del Día 38, 26 de setiembre de 1919, pp. 61-80, en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/770950205/1/LOG_0003/
132 Luis Barrantes Molina, La vergüenza de su propia sangre, en La Novela del Día 60, 27 de febrero de 1920, pp. 61-80, en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/771020813/1/LOG_0003/
133 Luis Barrantes Molina, La tragedia del Calvario o La intriga del Sanedrín. Primera parte, en «La novela del día», n.° 65, 30- de marzo de 1920, pp. 161-180, en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/771029527/1/LOG_0003/
134 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
135 Pescatore di Perle, «La paja en el ojo ajeno», El Hogar (Buenos Aires), 19 de enero de 1923, sin paginar.
136 Luis Barrantes Molina, Amor sublime, en «La novela del día», n.° 213, 7 de abril de 1923, pp. 289-304; n.° 214, 8 de abril, pp. 305-320; n.° 215 10 de abril, pp. 321-336; n.° 216, 11 de abril de 1923, pp. 337-352; n.° 217, 12 de abril de 1923, pp. 353-374; n.° 218, 13 de abril de 1923, pp. 377-392; n.° 219, 17 de abril de 1923, pp. 406-414, en https://www.sinabi.go.cr/exhibiciones/Cien%20novelas%20costarricenses/Novelas%20a%20texto%20completo.aspx
137 Luis Barrantes Molina, Un idilio extraño, en La Novela del Día 299, 14 de setiembre de 1923, pp. 383-398, en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/781827884/1/LOG_0003/
138 Barrantes Molina, Versos, ed. cit., p. 68.
139 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
140 Tomamos estos datos de las páginas de publicidad de la empresa incluidas al final de la obra de Luis Barrantes Molina, Para mi hogar. Síntesis de economía y sociabilidad doméstica (Buenos Aires: Compañía Sansinena de Carnes Congeladas, 1923).
141 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 963.
142 Ibid., p. 962.
143 Ibid., pp. 963-969.
144 Barrantes Molina, Versos, ed. cit.
145 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», p. 962.
146 Esquivel de la Guardia, «Luis Barrantes Molina…», p. 8.
147 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…»1920, p. 962.
148 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», loc. cit.
149 Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», loc cit.
150 Luis Barrantes Molina, «Verdad», Estudios (Santiago de Chile) 2 (1932): 13, en https://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0070357.pdf
151 Luis Barrantes Molina, «La ovación popular tributada a Cristo», El Bien Público, Montevideo, 18 de marzo de 1940, p. 5.
152 Luis Barrantes Molina, «La Justicia en el gobernante», ¡Adelante! (Panamá) 658 (1947): 1, en https://bdigital.binal.ac.pa/bdp/Periodicos/ADELANTE_ACCION_CATOLICA__19470727__0001.pdf
153 L[uis] B[arrantes] M[olina], «Desde Buenos Aires», El Diario Palentino, (Palencia), 20 de setiembre de 1938, p. 3.
154 Luis Barrantes Molina, Desde mi tonel (Buenos Aires: El Pueblo, 1933): 244-245.
155 Barrantes Molina, Desde mi tonel, ed. cit.,pp. 244-245.
156 Mencionados en el Catálogo de la Secretaría de Cultura de Salta, en biblioteca.culturasalta.gov.ar
157 Barrantes Molina, Desde mi tonel, ed. cit.
158 José A. Sanguinetti, «A modo de prólogo», en Barrantes Molina, ibid., pp. 5-8.
159 Luis Barrantes Molina, «La Iglesia y el siglo», El Eco Católico de Costa Rica, marzo de 1901, p. 42; reproducido en La Revista, 15 de marzo de 1901, p. 2.
160 Luis Barrantes Molina, «El voto femenino», El Pueblo, 15 de octubre de 1947, en https://racimo.usal.edu.ar/1462/1/dic1947_revista_de_revistas.pdf
161 «Falleció ayer Luis Barrantes Molina. Un periodista católico valiente y vigoroso», El Pueblo, 13 de noviembre de 1949, p. 1.
162 «Murió don Luis Barrantes Molina en la República Argentina», La Prensa Libre, 6 de diciembre de 1949, p. 7.
163 Francisco María Núñez, «La muerte del periodista Luis Barrantes Molina», Diario de Costa Rica, 18 de diciembre de 1949, p. 8.
164 «Argentina rinde un homenaje de simpatía al extinto periodista y novelista costarricense», Diario de Costa Rica, 18 de enero de 1950, p. 5.
165 Adolfo Esquivel de la Guardia, «Luis Barrantes Molina, su vida y obra», Diario de Costa Rica, 22 de marzo de 1950, pp. 5 y 8.
166 Adolfo Esquivel de la Guardia, «Un costarricense…», pp. 960-969.
167 Ibid., p. 960.
168 Ibid., p. 969.
169 H. V., «Costarricenses ilustres en el exterior. Luis Barrantes Molina», Diario del Comercio, 31 de agosto de 1920, p. 4.
170 Sotela, Escritores y poetas de Costa Rica, ed. cit., p. 387.
171 Ibid., p. 388.
172 Francisco María Núñez, Itinerario de la novela costarricense (San José s. p. i., 1947): 31.
173 Garnier, op. cit. Esta serie la reeditó, en un tomo, la Editorial Universidad Nacional, en 2017, bajo el cuidado del historiador Mario Oliva Medina.
174 Rodrigo Solera, La novela costarricense (Kansas: University of Kansas, 1964): 82.
175 Iván Molina Jiménez, «He dejado de ser costarricense», en «Escritores y migración en la Costa Rica de los siglos xix y xx», Realidad 152 (2018): 125-146.
176 Iván Molina Jiménez, «Nicho de novelística católica», Semanario Universidad (Universidad de Costa Rica), 21 de marzo de 2023, p. 24.