Boletín de la Academia Costarricense de la Lengua - tercera época

La poesía en la mesa académica

Año XVIII, Número especial del centenario. 2023    págs. 63--86
Artículo de: Varios

LA POESÍA EN LA MESA ACADÉMICA

Durante estos cien años de actividad académica, los poetas que la han integrado a lo largo de su historia le han dedicado letras, palabras y páginas a su propio oficio o a asuntos aledaños. No siempre son ejercicios de poética, en su sentido aristotélico, pero en la relativa variedad temática de esos escritos son visibles sendas manifestaciones de una metaliteratura —en los términos contemporáneos— con la que la voz lírica se autointerpreta y se presenta como imagen o simulacro de la realidad. Naturalmente, las obras de los poetas de la Academia han corrido paralelas a la historia de la poesía costarricense, y en directa relación con el entorno de la escrita en lengua española. Esta brevísima selección de poemas (en algunos casos, pasajes de prosa poética) reúne en una especie de coro que atraviesa el tiempo las voces de quienes siendo principalmente las de unos poetas, se congregaron un día alrededor de la mesa, como compañeros de trabajo, con lingüistas, filólogos, críticos de literatura, historiadores y pensadores.

LOS EDITORES

JUSTO A. FACIO (1859-1931)

A un poeta

Aún viven sobre tu losa,

a despecho del olvido,

esas flores que el poeta

abandona en el camino;

porque lucen y fascinan

con sereno y puro brillo,

por humildes, en violetas

tus ensueños convertidos;

porque cada pensamiento

que en tus estrofas aspiro

y cada ilusión que bulle

entre las ondas del ritmo

flor es cuya esencia inunda

el santuario del espíritu;

¡y parece así que al alma,

cuando tus versos repito,

bajan temblando los átomos

de las rosas y los lirios!

JOSÉ MARÍA ALFARO COOPER (1861-1939)

A mis versos

Oh pobres versos míos,

nacidos todos de mi pena amarga,

botados a la luz de la existencia

con el calor de mis ardientes lágrimas,

lamentos, ¡ay!, de un corazón cobarde,

acordes de una música lejana,

que vais adonde van mis pasos torpes...,

hacia la noche aciaga;

quimeras o verdades de la vida,

he vertido en vosotros toda el alma:

mis dudas, mis congojas

y este sediento afán que no se sacia...

Algunos hay que os miran con ternura,

otros os tienen lástima,

¿y envidia? Nadie, ni se tiene envidia

del ser que gime entre la sombra y pasa,

mendido del amor que va implorando

un poco de esperanza...

¡Los más, sobre vosotros nunca dejan

caer una mirada!

ROBERTO BRENES MESÉN (1874-1947)

El poeta

Artista, el tuyo es un extraño mundo.

De un solo impulso te remontas

a la visión del alma de las cosas.

Más allá del mundo de las formas

tú contemplas las ideas

moldeando en sus tornos de alfarero

las inmorales urnas

donde ellas vacían el fuego del espíritu

que enciente la llama de la vida y del sentido

en todas las cosas de la tierra.

Tu genio es de esencia divina;

tu corazón palpita en el pulso

de los siete elementos del Cosmos,

y por eso tú sientes más hondo

que cuantos no son de tu estirpe.

Tú tiemblas en la hoja del álamo,

murmuras en la onda y en la tormenta ruges,

tú cantas en la alondra

y eres gracia en las líneas ondulantes

del vuelo del amor y de la vida.

Cuando desciendes a la tierra

la naturaleza abre sus alas

para volar hacia ti en demanda

de tu voz y tu expresión que le hacen falta

para hacer sentir su perfección y encanto.

Como en un Amazonas sus afluentes,

en tu yo se vierten y confunden

los pequeños yos del mundo.

Cuando das a tu tristeza o tu alegría

la calurosa elevación humana

el mundo se conmueve,

porque hay en tu emoción

la divina melodía

de la carne rasgada por el arco

tensísimo del alma.

Si llora el hombre de común arcilla

su dolor tan solo llora;

el tuyo es el llanto de todos los hombres,

de todos los dolores;

es tu alegría

la primavera del mundo.

Cuando te ausentas de la tierra

al punto se oscurece

toda la belleza callada de las cosas,

todo queda desolado, en suspenso y en espera.

Los surtidores perpetuos de la vida

parecen callar, dormir

cuando callas o duermes;

los dioses mismos cesan

de revelar a los hombres su existencia

cuando tu voz se apaga.

Tú eres la sabiduría

de los dioses el primer día

en que una religión abre su primera flor,

en que una filosofía

funde el oro de su ciencia

en el fuego del amor.

Con alma de Voluspa o de Sibila,

de vidente o de profeta,

cuanta bella concepción existe

en la conciencia humana,

tú se la diste,

poeta.

ROGELIO SOTELA (1894-1943)

No hay tristeza en mi verso

No hay tristeza en mi verso ni se queja mi rima;

lo que hay es paz serena y en esa paz se anima

la musa panteísta que tan feliz me guía;

lo que hay es que en mi verso se canta la alegría

con tono tan suave

que solo ella lo sable.

En mi verso hay un poco de humildad, de ternura;

está ungido de amor como una fuente pura

que solo da el cariño de su limpia corriente;

y así fluye mi verso, serena, mansamente

a través de la urdimbre de la «ruda arboleda»

como un río de seda.

Yo sé que no violento mi actitud.

Escondida

para otros la belleza ideal que hay en la vida,

hecha ritmos la ofrezco a la hermana querida.

JOSÉ BASILEO ACUÑA (1897-1992)

La poesía

¡Espejo de mi alma!... Lago de la Poesía

en donde se reviste la divina belleza

que brota de las cosas con nimbo de tristeza

o con encaje blanco de serena alegría.

Combinación alquímica de mundo y fantasía;

no sé dónde termina mi alma y dónde empieza

el cerco que le asignan a la naturaleza,

ni cuándo es verdad suya ni cuándo es verdad mía.

Los dos somos un todo. El soplo de mi aliento

tiene olor de Vía Láctea, lo azul de la montaña

lleva el añil profundo de la cósmica entraña,

y en mis versos escucho, como el rítmico acento

quizás de voz amiga, talvez de voz extraña,

que fue risa en Andrómaca o en Orión fue lamento.

CARLOS LUIS SÁENZ (1899-1983)

Oficio del poeta

Tenaz, hasta pasar a otra ribera,

abonaré del hombre la simiente.

Un día se alzará resplandeciente

a nuevo sol, su espiga verdadera.

Aquí en los surcos de hoy, bajo la fiera

boca del lobo, bajo el inclemente

turbión, nos duele el pecho y se resiente

el llanto, hasta su lágrima postrera.

Es nuestro lote de hoy duro y oscuro.

Mirad, de aquí cosechará el futuro,

íntegra nuestra sangre, útil, esbelta,

vuelta a vino de luz en la uva cierta.

Bébanla nuestros hijos largamente.

FERNANDO CENTENO GÜELL (1907-1993)

Creo en la poesía

Creo en la poesía porque creo en el hombre. Creo en el hombre porque creo en Dios. Se ha dicho que solo debemos hablar de lo que amamos; voy a hablar del hombre que busca a Dios por medio de la poesía. Verbo y atributo de la vida —tal vez la vida misma—; ser incognoscible y de múltiples presencias; mar a donde van las aguas de la sed, la duda y la pregunta; verdad demostrada por Él mismo en el teorema de la creación. Dios… […] ¿Y la poesía? Acto y fenómeno de recreación cósmica o telúrica; nunca vulgar o pedestre porque traicionaría su alta naturaleza. El canto es sagrado. Operación aritmética divina, resuelta con guarismos humanos. Oración, es decir, impulso ascensional del alma.

El hombre genera la poesía y esta crea al hombre. Solamente el espíritu es apto para el clima de lo poético. De la veta recóndita de intuiciones y vivencias, de pensamiento y sentimiento en maridaje, extrae la materia y las esencias vitales para la forja de la poesía. Ante el deslumbramiento del universo, el espíritu fabrica su lenguaje, inventa la palabra, que parece recién nacida.

FRANCISCO AMIGHETTI (1907-1998)

El poema

El poema es una línea

que rige las montañas, desdibuja las manos

y se hace río.

Es una bandera que el viento ha devorado

sobre el mar,

o lleva un niño en una fiesta patria.

El poema es una fruta,

se aspira como flor y se ve como cuadro.

Es la geometría metiéndose en el tallo

y organizando la dirección de las hojas

en proporciones áureas.

Y el poema es también

la noche de la ventana

en donde el ruiseñor de una constelación canta.

Si la poesía fuera hecha paisaje

o hecha mujer

es porque la llevamos en la sangre.

El poema es un hilo de seda

que sale del corazón a sujetar las cosas,

y retenerlas en el instante

en que cruzan de la luz a la sombra.

ISAAC FELIPE AZOFEIFA (1909-1997)

Yo soy mi propia palabra

Yo soy mi propia palabra.

Yo soy los libros que leo.

Yo soy el pueblo que amo y está hecho

de miseria y palabras.

Yo soy el mar de palabras y deseos que navego.

¡Oh savia viva, río de sangre, raíz mía!

Yo soy don Quijote soñador, pero también Justo Sánchez,

[jornalero,

y José Arcadio Buendía, loco de sueños como don Quijote,

pero también Roque Chaves, que me trae

lechugas y naranjas.

Yo soy mi santo civil, García Monge,

pero también Mendoza, mi ladino abogado,

y soy mi Luis de Góngora, lengua de artífice irónico,

pero también José Salvatierra, el albañil.

Y Cortázar, Darío, Asturias, la Mistral, Carmen Lyra,

Y Neruda, pero también Antonio Siles, jardinero,

y Unamuno, y don Ramón del Valle Inclán, pero también

la triste doña Emilce, doméstica, con su vocabulario desusado,

y don Vito el sastre, y Jaime, vendedor,

y don Jacinto en su tienda,

pero también los sonetos de Julián Marchena,

y los cantos para niños de Carlos Luis,

y la poesía de piedra y lumbre de Mario Picado

y la cólera cívica de Luis Barahona, que acaban de morir

y ahora hojeo sus libros incorruptibles

en el estante de otro tiempo.

Yo soy mi propia palabra.

Herramienta de trabajo de Isaac Felipe, obrero

de la lengua castellana, torcidos los renglones

y atareado de versos, lector sin hora de descanso,

que cada amanecer sale a cazar metáforas semidormidas

como un furtivo ladrón de estrellas poéticas

y compone el poema escuchándose como músico

y a veces también pide silencio universal

como si estuviera ayudándole a Dios

a crear una nueva criatura

con trabajo digno de alegría y justo descanso,

como acabo ahora cuando amanece, este poema, y digo que

entero, como persona,

el hombre está en su palabra.

El mundo se aclara y forma

si el hombre da su palabra.

Tiene dignidad de hombre

el hombre por su palabra.

La mentira le corrompe

si no enfrenta su palabra.

Dada en falso, le descubre,

sin hombredad, su palabra.

Tuvo el mundo su principio

en una sola palabra.

Y crea la patria humana

el hombre con su palabra.

ALFONSO ULLOA ZAMORA (1914-2000)

Poesía y no-poesía

La poesía, por el sello de autenticidad que requiere para serlo, habrá de constituir siempre, en todo tiempo y lugar, el leitmotiv existencial de su creador. Una vez vertida, dos categorías: la sencillez y la espontaneidad, serán las que mejor la definan. La quiebra de este dualismo categórico, no hará más que revelar a la vanidosa mentira, o bien, al bobalicón rebuscamiento. Por favor, suplico no confundir la no-poesía con la que algunos hoy, deliberadamente, han dado en llamar antipoesía, pues para mí esta última, la antipoesía, en la mayoría de los casos es solo un modo más de recorrer la rosa, pero contando sus pétalos al revés.

FABIÁN DOBLES (1918-1997)

Poesía, amiga

Tú me llenas, amiga, tú me llenas.

Pueden secar el árbol que te canta.

Pueden callar el agua en que me riegas.

Pueden oscurecerme la ventana.

Qué más da, si te quedas.

Hay un día de tu origen en el tiempo.

Hay una fecha tuya que no cambia.

Tú me has enriquecido el corazón.

Tiene su propia casa.

Está su mesa puesta, su sed sacia,

porque siempre al alcance de su mano

encuentra tu recóndita campana.

Tú lo llenas, amiga, tú lo llenas.

Ya pueden enterrar las madrugadas,

seguir la dulcedumbre, la ternura

de esta flor, de este pájaro negarme,

arrancar a cercén el horizonte

y apagarme la tarde.

Desde antes de la vida me esperabas.

Tú te quedas, amiga, tú te quedas

Y después de la vida tú me aguardes.

MARIO PICADO (1928-1988)

Poema

Es cambiarle de signo a las palabras,

es repetir la historia diferente.

Es sobornarle sueño a la mentira

y ponerle recuerdo a la esperanza.

Es el mismo molino indiferente

dando vuelta a distinta temporacia,

la misma lontananza en otro viento

—viento y agua girando en lo de siempre—.

Es fray Luis doliéndole a Unamuno

y Quevedo cansado de Manrique.

Es Vallejo con Bécquer contemplando

un adverbio de cifras transparente.

Es Machado y más y hacia la muerte

en queja de sonrisa traspasada.

Es rebote de vida en cada página

y pared de silencio… y Lorca y ala.

CARMEN NARANJO (1928-2011)

Mi poética

Una lucha de palabras en este tránsito de vivir y morir, de perder tanto en la memoria y de fraguar sentimientos, que a veces no son simples recuerdos sino escamas sensibles al viento y a la piel erizada que sufre y goza una agonía de voces: silencio y murmullos, hasta temor de un sonido concreto.

Así, casi silenciosa, con miedo a la forma que puede ser ruido, y de repente violenta, para dar fuerza al ser que siempre desfallece, en la inseguridad de expresar porque es consciente de una lucha interna, en que las palabras, las formas, los conceptos esquivan siempre la recreación de una vida que a veces es llanto crudo, inconsolable, o temor de sonreír, o asombro infantil de amar y volverse vertical y simple, o angustia de abstracciones inútiles, o claustrofobias de esquemáticos decires.

Sin estilo, sin sistema, sin métodos, con la única guía de vivir colores, en un mundo gris que agrisa. Un solo afán de puertas que desaparezcan como puertas. Un movimiento anárquico que despierte todas las parálisis y se convierta en una danza colectiva de plenitudes auténticas. Un deseo loco de gritar para encontrar armonías y no hacer nunca la música y no transformar en trivial el trino de un pájaro ni la voz humana.

JORGE CHARPENTIER (1933-2004)

Poeta, sembradío y padre

Deja que el niño juegue con la tierra

y que la siembre.

Al fin y al cabo

ser labrador

es mejor que leer a Proust a edad temprana.

Comprende que Proust es pasión verdadera

y la tierra de arar imposición campesina.

Te dijo el maestro:

que él aprenda a ordeñar abecedarios

y no vacas de sombra

como esas que yo alquilo

para tener con qué dormirme

a las dos en punto de la tarde.

Total, tú pariste ya lo que debías

y lo peor va a suceder.

Se irá a la ciudad a escribir versos

y sus poemas cantarán sobre este padre

con la madrugada en el corazón azul.

Deja entonces mientras tanto

que el niño juegue con la tierra

y deshoje las raíces del río.

Total, algún día querrá ir a Murcia

y conversar con Miguel Hernández

para saber dónde encontró a Ramón Sijé,

a quien tanto quería.

CARLOS RAFAEL DUVERRÁN (1935-1995)

Gracias por este don

Y si alguna línea lleva a sobrevivirnos

será tal vez aquella donde se sienta el tiempo.

El tiempo, que nos da sombra y agua a la vez

y nos graba borrándonos. Transcurre

por esta tarde un viento que hace crecer las cosas

y las trae hacia mí, que las recibo

pero no puedo contenerlas. Yo mismo

soy apenas un fluido con conciencia

de su escapar, de su veloz transformación

hacia otro estado:

esta luz, el dulce vino del recibimiento

y los ojos de la infancia que suben, que maduran,

me alcanzan,

y que, por un momento, parecen duplicarme

mientras yo asciendo a otros que me precedieron.

Vuelvo a decirlo

solo el tiempo.

Me digo, me hablo, me dirijo a alguien

que estaba ahí hace un instante y era joven,

me vivo hacia ese otro y era un niño

que soy, que fui, que siempre vuelve a ser

en ti, en mí que te contemplo, que te vivo.

Gracias por este don y por el tiempo.

LAUREANO ALBÁN (1942-2022)

Las piedras escritas

Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria de un libro

Éxodo, 17:14

Si no escribes has muerto,

y es tu raza el silencio.

El animal es bello como un dardo en el centro

de polvo del relámpago;

pero tú eres el canto.

El árbol es arena alzada hasta ser pájaro;

pero tú eres memoria.

El mar es una fuente de días inagotables

que se vuelven duraznos en todas las ventanas;

pero tú eres palabra.

El viento es como un ala que recuerda y recuerda

la prisa de los ángeles que se alejan del hombre;

pero tú eres la piedra grabada por mi ausencia.

Si no escribes has muerto,

y es tu raza el silencio.

Puedes amar, correr, agotar lejanías,

crecer hasta tu cuerpo y llevarle manzanas,

pero si no has escrito —¡óyeme!—

no podrás escapar de los dados del tiempo.

Que cada vez que escribes agregas una letra

a mi nombre —y a tu nombre— inefables.

JULIETA DOBLES (1943)

A la compasión por la poesía

Que el poema detenga tu llanto,

alma sencillamente humana,

en el suspenso de tu curiosidad.

Refrésquese tu frente, aún afiebrada

por la persecución de la sobrevivencia.

Conforte tu sed inagotable

de respuestas y goces.

Rompa tu miedo a la vida y sus ansias,

a la muerte y a sus devastaciones.

Que el niño que siempre eres,

corto o largo en edad,

se regocije con las palabras,

con el juego verde oro de los acentos,

con el inesperado botín de los finales,

siempre principio de algo más.

Que las metáforas entren a tu cuarto de enfermo,

sean un lago a tus dolores,

pueblen tu soledad,

la común y extraña soledad del que sufre.

Que la calidez de la poesía

arrope tus fríos, niño que deambulas

en la noche sin nadie.

Enfrente tus temores,

mujer maltratada

por los puños de quien dice te ama.

Restañe tu sangre,

herido inesperado en mitad del camino,

o en la cruel refriega de la vida.

Que la voz compasiva del poema

abata tu tristeza y tu luto,

te inspire a tender tu mano

y esfume la indiferencia de tus gestos,

el cínico y brutal «¡es la vida!»

de tus hombros fruncidos

que te mata y nos mata.

Que el disfrute del poema

llegue a ser en tu vida

uno de los caminos, a veces intrincado,

otras, duro en sus rocas y desiertos,

o intenso en sus jardines,

pero siempre un espejo

rozando los filosos bordes de la hermosura,

hacia el otro, que sangra.

RAFAEL ÁNGEL HERRA (1943)

Es sabia tu palabra

Es sabia tu palabra

y el fuego que crepita,

esa voz antigua de poeta

que nos habla desde lejos.

Adoro el fuego viejo.

También es sabia tu pasión

por los poetas muertos,

¿pero quién lo sabe ahora?

Tal vez hablen otras lenguas

y te digan palabras viejas

al oído.

Ahora escucha.

CARLOS FRANCISCO MONGE (1951)

Conversación con la poesía

Cómo es que me obligas, en plena noche,

a desperezarme, a correr con urgencia,

a desbaratar sombras, en pos de ti,

en procura de la palabra exacta,

que antes de que se fugue

hay que atraparla como al moscardón,

como al mosquito insistente,

como al ratón majadero.

Por qué la prisa, la necesidad,

como si un rascacielos

estuviera a punto del derrumbe definitivo;

por qué llegar a tiempo en medio de la tempestad,

entre rayos y truenos;

por qué me obligas, pícara, sinvergüenza.

Cuál es la causa radical por la que haces creer

que el mundo solo fluye sin otra salvación

que dos o tres palabras bien plantadas,

sin más música que el agua,

sin otro goce que un fuego fatuo

entre el escándalo de la oscuridad.

Cuál es la causa, di.

¿Es que el silencio se torna en inmundicia;

es que nos ves, a tientas, como espantajos voraces,

buscándole salida a esta materia de curvas,

de señales cruzadas, de movimientos torpes,

de pasos entre el fango?

Cómo es que obligas a romper el cerco

y encomendarnos, como ilusos devotos,

a tus ansias, a tus embriagueces, a tus aguijonazos

y correr, inclinar la cerviz y lavarte los pies,

pícara, sinvergüenza.

MÍA GALLEGOS (1953)

La palabra

La poesía no está en la palabra.

La esencia está en lo otro,

en el tono que traiciona al poeta.

Hablo del idioma personal,

donde juntos se engarzan las nubes y el oído,

un lenguaje que apela a la miniatura y a los detalles,

a un libro que reproducimos en un verso,

a una escritura que nos viene siguiendo sin nombrarnos,

a una presencia cuyo nombre en vano

tratamos de aprehender,

y cuyo rostro nos ha mirado desde el primer nacimiento.

Necesito las palabras

para hallar dentro de mí la propia llave,

el interlocutor que no se presta al juego,

que no olvida,

que descifra el secreto del idioma,

el del ajedrez traslúcido,

el de las manos que atrapan la sustancia,

el paraíso cuyo cielo aún no está fijo,

la manzana que es distinta a la que existe,

la redención de Eva en su curiosidad.

La palabra es una alusión

y nuestro intento de recordarla es

precisión,

ansiedad,

la remota piel que nos devora,

el íntimo animal,

la sangre cóncava y brutal.

En la palabra está la muerte perfecta

y la intuición de la otra muerte: la última.

Esa que de seguro abrirá la puerta del verdadero paraíso.

CARLOS CORTÉS (1962)

Historias de poetas

matar a un poeta no es fácil

me dijo aquel viejo agente de la CIA o del KGB

a la salida del lujoso elevador del hotel lux

el lugar preferido de stalin para asesinar

no desaparecen del todo

siempre dejan rastros

sobre el papel o la nieve

liquidar a un poeta

es un asunto de orgullo profesional

me dijo

meterle un tiro por la nuca

mientras se mea encima

y se le declara traidor a la patria o reaccionario

o limpiamente recibe el disparo

en medio de los ojos

recordándole que no es nada más

que un pequeñoburgués

sin lugar en la historia

que la historia no lo absolverá

si se pone pesado

se le tortura hasta que confiese

que es contrarrevolucionario

troskista o comunista

agende doble o izquierdista

qué más da

si hay que emplearse a fondo

se le tatúan las costillas o el pene con un cigarrillo

para que sepa lo que es el dolor

y no versitos de mierda

qué se ha creído

o se le presta el revólver para que recupere

un poco su dignidad

y se mate como un hombre

maricón pendejo de mierda

es triste

uno quiere hacer un buen trabajo

y no lo dejan

como todos los poetas están ciegos

desde los tempos de homero

e irán al infierno como virgilio y dante

me confiesa en un arranque de erudición

no basta con arrancarles los ojos

o incinerarlos

hay que tomarse la molestia

de dispersar sus cenizas

donde nunca nadie las encuentre

no hay caso

es imposible

siempre aparecen

y a veces los muy hijos de puta

aparecen vivos

y para hacer un buen trabajo

hay que insistir

y matarlos muchas veces

no es fácil

me dice en un tono profesional

mientras nos adentramos

en la oscuridad del bosque