Artículo de: Emilia Macaya Trejos
DISCURSO DE CLAUSURA
El tema de esta hermosísima sesión solemne que ahora finalizamos, bien puede resumirse como la unidad en la diversidad. Unidad en la diversidad nosotros, nosotras, quienes integramos la Academia Costarricense de la Lengua, en lo que ha sido esta celebración como acto de trabajo conjunto, ciertamente bajo la guía entusiasta de nuestro presidente, don Víctor Manuel Sánchez y de la junta directiva que lo acompaña. Personas diversas y con variados intereses pero que, no obstante, confluimos en la unidad de nuestro trabajo académico y en el deseo no solo de cumplirlo, sino de cumplirlo bien, haciendo valer constructivamente las diferencias en beneficio de la corporación.
Unidad en la diversidad, muy a tono con los nuevos matices de nuestra fecha fundacional, 12 de octubre, redefinida como un encuentro de culturas. Novedosos aires que cobijan precisamente a la Asociación de Academias de la Lengua, que es encuentro en igualdad de condiciones, reunión de Hispanoamérica y España espejeándose en su diversidad, para construir fructífera y conjuntamente. Desterrar así el colonialismo en nombre de una labor respetuosa, de mirada horizontal, cabalmente productiva porque es diversa.
Y es que eso constituye el lenguaje: unidad en la diversidad, paradigma como conjunto de posibilidades, sintagma como su plasmación en tanto juego de diferencias, en el despliegue lúdico de la comunicación. Unidad en la diversidad, la norma y el uso, la mirada acuciosa dirigida al hacer de los hablantes, que son la vida de la lengua, pues constituyen su movimiento y la razón de su poder evolutivo. Ya no priva la imagen de ese académico con el dedo índice en alto, prescribiendo y proscribiendo. Es la de hoy una imagen distinta con una actitud distinta: la de la observación y la atención a los hablantes a fin de ampliar, pulir, enriquecer, el cuerpo normativo; a fin de alimentarse en la riqueza del devenir. Unidad en la diversidad, el cuerpo estructurado del lenguaje en el despliegue de ese juego maravilloso de la comunicación y de la creatividad, que es un ejercicio de libertad.
Como seres humanos, conformamos entidades que navegan en el tiempo. Y eso es también nuestra Academia: una entidad temporal enriqueciéndose en su transcurrir. Para mucho han alcanzado estos cien años. Bien podemos decir, por lo tanto: honor a los que fueron, labor a quienes estamos, perspectivas amplias de futuro para las y los que habrán de venir. ¡Larga vida a la Academia Costarricense de la Lengua!