Artículo de: Víctor Manuel Sánchez Corrales
CÓDIGOS DE LA LENGUA ESPAÑOLA
Y POLÍTICA LINGÜÍSTICA PANHISPÁNICA
DE LA ASALE
Introducción
Creció la lengua Latina en las provincias, si bien no tan pura y elegante como en Roma, donde ella era natural, i aquel cielo la aiudaua para que se diesse mejor a los que en aquel habitauan. I affi dize Macrobio, que auia puefto diligencia, i cuidado en el lenguaje, y lo auia en parte confeguido, pero tuuieffen a bien, fi en algunas cofas, como nacido fuera del cielo de Roma, la vena de la lengua Latina no le fauorecia, i fi en sus palabras se echaffe menos la natural elegancia del hablar Romano […]. Lo mismo sucede oi en el Romance, que sin duda se da mejor a los de Toledo, que alos de otras partes, i mucho menos fuera de España. Pues ia fi es aprendido por arte, fin tener trato con Efpañol, de todo punto parece otro lenguage.
(Bernardo Aldrete 1606, 56)
De ese epígrafe rescato tres ideas fundamentales: los aportes de la lingüística clásica, el criterio de que hay una variedad de lengua pura, elegante y mejor, y la internacionalización de la lengua española. De conformidad con la tradición gramatical clásica, en especial la aportación de los gramáticos alejandrinos, con Dionisio de Tracia (170- 90 a. C.) a la cabeza, cuyo modelo propone los mecanismos de descripción de un corpus literario de prestigio, escrito: «La gramática es el conocimiento de lo dicho por poetas y prosistas», es fundamental un canon literario «puro, elegante, el mejor», como punto de partida para los estudios gramaticales. En esta misma dirección, los gramáticos romanos encuentran en los maestros griegos tanto los aspectos teóricos sobre el lenguaje como los modelos de análisis gramatical: partes del discurso, morfología flexiva, discusión sobre aspectos de buen y mal estilo, barbarismos y figuras de dicción (Lyons). En este orden de ideas, Nebrija en Introductiones Latinae (1488) define la gramática como «Scientia recte loquendi recteque scribendi ex doctissimorum virorum usu atque auctoritate collecta»; traduzco: «Ciencia del recto hablar y del recto escribir a partir del uso de los varones más sabios y de la autoridad reunida». En esencia, hay una variedad de lengua —la correcta— representada por el uso lingüístico de sabios y de autoridades. Es el uso y gramática de auctoris imitandi. Primera idea del epígrafe.
Es oportuno recordar que Toledo, capital del reino español en ese momento, representaba el uso lingüístico cortesano de la época, y, en consecuencia, ahí «se da mejor» y más que en cualquier parte fuera de España. Esto supone el reconocimiento de que hay un epicentro de la «mejor» variedad de la lengua española. Segunda idea del epígrafe.
En virtud de la política expansionista de la Corona Española, el español se constituye en lengua internacional y de continentes: América, África y Asia son sus nuevos escenarios. Tercera idea del epígrafe.
En lo concerniente al Nuevo Mundo, a partir de 1493 y a lo largo del período colonial, se van configurando, en un nuevo escenario pluriétnico, multicultural y plurilingüe, variedades de la lengua española en América, con la promoción de una relativa unidad en lo que a la variedad prestigiosa se refiere: la norma prestigiosa, la del recto hablar y recto escribir, la culta, en los términos de Antonio de Nebrija, pues los elementos lingüísticos americanos en tanto diferenciadores, contrastados con la variedad peninsular cortesana y el canon literario ejemplar, se etiquetaban como regionalismos, barbarismos o formas vitandas (Guitarte 1991, 67-72).
La Real Academia Española (RAE) y códigos de la lengua
En ese contexto teórico y cultural se creó la Real Academia Española en 1713, por iniciativa de D. Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, marqués de Villena, cuya razón fundacional se vislumbra ya en las tres ideas claves del epígrafe con que empezamos la presente disertación, además de trazarse tareas específicas:
El diccionario
El principal fin, que tuvo la Real Académia E∫pañóla para ∫u formación, fué hacer un Diccionario copio∫o y exacto, en que ∫e vie∫∫e la grandeza y poder de la Léngua, la hermo∫úra y fecundidád de ∫us voces, y que ninguna otra la excede en elegáncia, phra∫es, y pureza: ∫iendo capáz de expre∫∫ar∫e en ella con la mayor energía todo lo que ∫e pudiere hacer con las Lenguas mas principales, en que han florecido las Ciéncias y Artes: pues entre las Lénguas vivas es la E∫pañóla, ∫in la menor duda, una de las mas compendio∫as y expre∫ívas (Real Academia Española 1990, 1).
El modelo de lengua
Decíase también ser justo fijar la lengua, que haviendo tenido á la Latina como Madre, y después con la variedad de domínios padecido la corrupción que es nótoria, se havría pulido y adornado en el transcurso de los tiempos, hasta llegar á su última perfección en el siglo pasado: y no era decente á nosotros, que logrando la fortúna de encontrarla en nuestros días tan perfecta, no eternizassemos en las prensas su memoria, formando un Diccionario al exemplo de las dos celebradissimas Academias de Paris y Florencia (Real Academia Española 1990, B2).
Con la fundación de la Real Academia Española, la cual adoptó por divisa un crisol puesto al fuego, con la emblemática leyenda Limpia, fija y da esplendor, surge una institución rectora de políticas lingüísticas —limpiar, fijar y dar esplendor—, por cuya razón publica obras fundamentales enmarcadas en esas políticas lingüísticas: códigos lexicográficos, gramaticales, de estilo, de ortografía, con proyecciones en la educación lingüística, además de obras ejemplares del canon literario.
De las obras publicadas por la RAE, hemos de destacar el primer código académico, el Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua, conocido como Diccionario de autoridades, seis tomos (entre 1726 y 1739), con sucesivas ediciones desde 1780 a la última de 2014, la vigésima tercera (2014), con el título Diccionario de la lengua española (DLE), hoy día actualizado continuamente en digital, cuya próxima versión en 2026. Esta vigésima tercera edición ya aparece como obra RAE-ASALE, de conformidad con la nueva política panhispánica. La próxima edición, la vigésima cuarta, se fijará en primera instancia, en formato digital y con una gran riqueza de manipulación: como diccionario ideológico, de colocaciones y valencias, por campos referenciales. Otras obras lexicográficas son el Diccionario esencial (2006), el Diccionario de americanismos (2010), el Diccionario del estudiante, última edición de 2016, Diccionario panhispánico de dudas (2005), Diccionario del español jurídico (2016) y el Diccionario panhispánico del español jurídico (2017). Actualmente se trabaja en el Diccionario fraseológico panhispánico del español y en un diccionario escolar por regiones.
En cuanto a la fijación de la ortografía, en 1741 se publica Orthographia española y en 1754, Ortografía de la lengua castellana. Enmarcada ya en la política panhispánica, en 2010 se publicó la actual Ortografía de la lengua española.
En lo relativo al código gramatical, desde 1771, con la publicación de la Gramática de la Lengua Castellana —«y así es difícil que sin él [el arte gramatical] hablemos con propiedad, exactitud, y pureza»—, se venía normando en las sucesivas ediciones de la gramática, cuya última obra, con carácter normativo, databa de 1931. El Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (1973) era tan solo eso: un esbozo y no una obra canónica. La Nueva gramática de la lengua española (2009) constituye un cambio paradigmático no solo en cuanto a políticas lingüísticas sino también respecto de la autoría de la obra, teorías lingüísticas, reconceptualización de la teoría gramatical y método de trabajo. Es el actual código gramatical de referencia para la lengua española en su unidad desde la diversidad.
Llegado a este punto, nos centraremos en la norma lingüística panhispánica y los códigos de la lengua española como trabajo interinstitucional de la RAE y ASALE.
La Asociación de Academias de la Lengua Española, política lingüística panhispánica y códigos de la lengua española
Con la creación en 1951 de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) comienza una política lingüística panhispánica, uno de cuyos objetivos es fijar la norma común sobre léxico, gramática y ortografía para todos los hispanohablantes. Ese año, en el I Congreso de academias de habla española, invitadas todas las academias de la lengua española, sin excepción, y convocado por la Academia Mexicana de la Lengua, al atender la iniciativa de Miguel Alemán Valdés, entonces presidente de México, se propuso, entre otras cosas, enriquecer la base de la lengua con las voces que popularmente se usaban en América. Así se sientan las bases de una nueva institución, la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), con la tarea de organizar congresos aproximadamente cada cuatro años, en los cuales se habrían de discutir principalmente los siguientes temas: unidad y defensa del idioma español, gramática (sintaxis, morfología, fonología y ortografía), lexicología, semántica, entre otros.
Tal como se recoge en sus estatutos vigentes, «el fin esencial de la Asociación de Academias es trabajar a favor de la unidad, integridad y crecimiento de la lengua española, que constituye el más rico patrimonio común de la comunidad hispanohablante» (ASALE, 2007, artículo 7); el congreso de la ASALE es el órgano de participación, análisis y deliberación integrado por todas las academias asociadas en igualdad de condiciones: «Corresponde al congreso determinar las líneas maestras de la acción conjunta de las academias, tanto en el ámbito institucional como en el de los trabajos lingüísticos, al servicio de la unidad del español» (ídem).
Ya en 1989, en el IX Congreso de la ASALE, efectuado en San José de Costa Rica, se incluyó el tema «Relación España-América-Lengua en el marco del V Centenario del Descubrimiento de América», cuyas ponencias no pasaron de presentarse como documentos fotocopidos.
Si bien desde 1951 se propuso la política lingüística panhispánica, se considera que esta se consolidó en 1999, cuando por primera vez representantes de todas las academias revisaron conjuntamente la Ortografía de la lengua española. Tres años después de su publicación, en el XII Congreso, en Puerto Rico (2002), se creó una comisión interacadémica para la revisión de esa Ortografía; asimismo, se incorporó un Diccionario académico de americanismos al proyecto lexicográfico integrado de la Real Academia Española. Pese a esa «consolidación» tras la publicación de la Ortografía, en 2001, durante el II Congreso de la Lengua Española, Juan Miguel Lope Blanch, en su ponencia «La norma lingüística hispánica», reclamó la incorporación de la palabra «ordenador» como uso general del español, cuando en América, donde habita la mayor cantidad de hispanohablantes se utiliza «computadora» o «computador». ¿Por qué, entonces —cuestionó Lope Blanch— no se colocó «ordenador» con marcas geográficas? En esa dirección y en aras de construir la unidad desde la diversidad, debe haber la marca geográfica España.
Lope Blanch resaltó que la norma panhispánica debe basarse en las formas y construcciones gramaticales propias de todas las hablas cultas de los países hispanohablantes, no solamente de España, en un ideal de lengua que rechaza lo impropio, anómalo o incorrecto.
El XI Congreso de Academias de la Lengua Española, celebrado en Puebla de los Ángeles en noviembre de 1998, aprobó una propuesta de la Academia Chilena en la que se instaba a la RAE a emprender con urgencia los trabajos de redacción de una gramática académica, cuyos rasgos fundamentales quedaron definidos allí mismo. Se acordó, en efecto, que fuera una gramática descriptiva y normativa, en la que los hablantes del mundo hispánico y también los especialistas pudieran encontrar la descripción de las características gramaticales de la lengua española a lo largo y ancho de su territorio, así como respuesta a posibles dudas sobre cuestiones normativas. Se diferenciaría de las anteriores en la atención que debería prestar al español de América, en la línea de la nueva política lingüística panhispánica impulsada por la Real Academia Española y la ASALE, y también en el grado de detalle con que se analizarían las construcciones gramaticales y los usos lingüísticos.
Posteriormente, en el XIII Congreso (Medellín, 2007) se aprobó el texto básico de la Nueva gramática de la lengua española, guiada por dos criterios fundamentales: describir las estructuras que son compartidas por la mayor parte de los hispanohablantes, incluyendo su forma, su significado y su estimación social, y proponer una política panhispánica como marco de referencia, tanto para obras de enseñanza del español como lengua materna y como para segunda lengua. Se sostiene que estas acciones fortalecen la unidad del español y ayudan a comprender la distribución geográfica de ciertos fenómenos; si bien una obra no puede abarcar las numerosas variantes, es imposible una descripción gramatical a profundidad de todas las variaciones lingüísticas, sí es plausible resaltar los aspectos más notables de cada una, a partir de casos específicos
La Nueva gramática de la lengua española (Real Academia Española y Asociación de Academias de Lengua Española, 2009) adopta el principio de que la norma de corrección no la proporciona un solo país, sino que hoy tiene carácter policéntrico. Por primera vez, en la historia de la filología hispánica se ha elaborado una nueva gramática del español preparada conjuntamente por las veintidós academias, con la asesoría de especialistas de reconocido prestigio. Esta obra colectiva presenta un mapa de la unidad y de la variedad del español en el ámbito de la gramática e ilustra las construcciones con ejemplos. Es la primera gramática panlectal desde la publicación de aquella de 1771.
La Academia Costarricense de la Lengua, en coordinación con la Editorial Planeta y la Embajada de España, organizó la presentación oficial en San José de la Nueva gramática de la lengua española (NGLE), el 26 de abril del 2010, con la disertación de Ignacio Bosque Muñoz, de la Real Academia Española y ponente de la obra. En esa dirección, el 26 de abril de ese mismo año, en el pleno de la Academia Costarricense de la Lengua, Adolfo Constenla Umaña presentó la Nueva gramática de la lengua española, Manual (NGLE-M): «La Nueva gramática de la lengua española, que este Manual compendia, es el resultado del ambicioso proyecto. No es solo una obra colectiva, resultado de la colaboración de muchos, sino también una obra colegiada, el último exponente de la política lingüística panhispánica que la Academia Española y sus veintiuna Academias hermanas vienen impulsando desde hace más de un decenio» (NGLE-M xlii).
En 2011, en el XIV Congreso llevado a cabo en Ciudad de Panamá, se aprobó el contenido del tercer volumen de la Nueva gramática de la lengua española, dedicado a fonética y fonología, en el cual participaron las veintidós academias de la lengua española. También se presentaron avances de la vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española y de la Ortografía básica de la lengua española. En el prólogo de ese tomo dedicado al componente fonológico, se indica el resultado de los planteamientos teóricos generales, enriquecidos por la cantidad de datos de todas las hablas hispánicas, textos orales emitidos por informantes con título universitario, procedentes de las capitales de todos los países del mundo hispánico, es decir, lo recolectado representa el habla culta de esos países.
Previo a estas publicaciones, en 2004 la Real Academia Española había publicado la Nueva política lingüística panhispánica, en la cual redirige las funciones de las academias de la lengua, pues los aportes se planteaban a partir de hábitos lingüísticos de una reducida parte de hablantes, «una lengua no contaminada por los extranjerismos ni alterada por el resultado de la propia evolución interna» (NPLP 2004, 3). Se planteaban tareas para garantizar una unidad básica, con el reconocimiento de las variedades y la evolución propias de la comunidad hispanohablante. En ese documento se afirma que la nueva política de «orientación panhispánica» se ha propuesto la tarea de «garantizar el mantenimiento de la unidad básica del idioma, que es, en definitiva, lo que permite hablar de la comunidad hispanohablante, haciendo compatible la unidad del idioma con el reconocimiento de sus variedades internas y de su evolución» (ibidem). El discurso académico, pues, se construye alrededor de dos conceptos clave: la unidad del idioma y el panhispanismo, desde la lengua como diasistema, cuyos frutos son los cánones lingüísticos panlectales y consensuados:
Se han arbitrado procedimientos, ahora ya muy rodados y eficaces, para el trabajo panhispánico. Algunos proyectos son dirigidos por académicos americanos, y otros se mantienen bajo el impulso y cobertura de la RAE, sus académicos y sus equipos de filólogos. Este es el caso de las tres obras normativas principales (Diccionario, Gramática, Ortografía). Pero la participación de todas las Academias en el trabajo se ha convertido en la actualidad en un logro irreversible (Muñoz Machado 2020).
Como logro de esas participaciones de las Academias en la preparación de los códigos de la lengua, en la «Presentación» de la Ortografía de la lengua española se lee: «Y por último, su rasgo más relevante: es una ortografía panhispánica, resultado de la voluntad común y del trabajo conjunto de las veintidós academias que integran la Asociación de Academias de la Lengua Española. Aunque las normas son comunes a todo el ámbito hispánico, la ejemplificación procura recoger muestras de los distintos países. Es una obra que ha sido concebida desde la unidad y para la unidad»(RAE- ASALE, 2010, xli).
En su visita al pleno de la Academia Costarricense de la Lengua, el 21 de marzo de 2011, Salvador Gutiérrez Ordóñez, quien coordinó la obra Ortografía de la lengua española, indicó que «es una obra exhaustiva y explícita porque aborda en detalle los problemas ortográficos principales que se presentan al hablante en diferentes ámbitos de la norma escrita: es razonada, pues combina explicitud, reflexión, norma con descripción y explicación: es coherente y simple al partir de bases metodológicas que plantean la ortografía como disciplina científica en el ámbito de la lingüística aplicada, aunque sin reformar el sistema: es innovadora como resultado de los principios de coherencia y explicitud» (Chaverri, et al. 2014). En esa misma línea de promoción de la política lingüística panhispánica, el 23 de marzo de 2011, con ocasión de inaugurase la sede de la Academia Costarricense de la Lengua, Gutiérrez Ordóñez presentó la Ortografía de la lengua española, de cuya disertación extraemos la siguiente cita:
En esta flamante sede se presenta Ortografía de la lengua española que es tanto como decir la celebración de la unidad panhispánica: una obra concebida desde la unidad para la unidad. Celebremos el presente. Brindemos por el futuro.
Del Valle explicó las bases del carácter panhispánico de la nueva política académica:
[…] primero, porque dice anclar su trabajo en la ASALE y no producir texto normativo alguno sin el consenso entre todas las academias; segundo, porque asume un modelo de normatividad policéntrico; y, tercero, porque instrumentaliza la unidad del español (más conceptual que formal en tanto que se abraza no la norma uniforme sino la diversidad interna) como basamento de la comunidad panhispánica. (Del Valle 2011, 476)
Asimismo, en una reseña sobre la Nueva gramática Núñez destaca una representación de la heterogeneidad de los usos del español y, en concreto, de las variantes americanas, a partir de una amplia base documental. «Se puede considerar que la NGLE pese a tener un predominante carácter descriptivo […] es también normativa, aunque no escasean las críticas que tras su aparición señalan la falta de criterios gramaticales y agramaticales» (Núñez 2010, 257) y más adelante: «La NGLE es colectiva en tanto que han participado todas las reales (sic) academias de la lengua española, y panhispánica, pues es una clara muestra de diversidad en la unidad, la de un idioma en continua evolución y crecimiento» (Núñez 2010, 258).
En esa misma dirección, el acopio de documentos en el Corpus diacrónico del español (CORDE: recopila unos 254 millones de palabras de la lengua española desde sus orígenes hasta 1974), el Corpus de referencia del español actual (CREA: banco de datos de la lengua española correspondiente a los últimos veinticinco años del siglo pasado) y el Corpus del español del siglo XXI (CORPES XXI: banco de textos de todos los tipos y de todos los países de la comunidad hispanohablante, en formato electrónico y de gran magnitud ), permiten llevar a cabo un trabajo corporativo en la preparación de los códigos de la lengua, de conformidad con la política lingüística panhispánica de ASALE.
Un proyecto lexicográfico que se considera integrado fue la conversión del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), junto con el Diccionario Panhispánico de Dudas, el Diccionario del estudiante y el Diccionario de americanismos. No obstante, estos han recibido algunas críticas sobre el uso del español de España como referencia para determinar lo ideal o correcto. Respecto del DLE, Sita resalta el incremento en la cantidad de la marca geográfica Esp: «en la medida en que implica ya no reconocer los usos particulares de España como panhispánicos, sino como pertenecientes a un estándar nacional/regional, o a variedades diasistémicamente diferenciadas frente a éste, como indican las marcas diastrático-diafásicas» (Sita 2018, 355).
Finalmente, en 2013 RAE-ASALE publican El buen uso del español, cuya normativa es policéntrica y en variación: «La investigación académica abandonó ya hace tiempo la vetusta idea de la norma única. La percepción de los usos correctos varía no solo de acuerdo con el tiempo, sino también en paralelismo con otros parámetros como la distribución geográfica, los niveles de la lengua, las situaciones, los géneros discursivos»(RAE-ASALE, 2013, xiv-xv). Al respecto, Del Valle hace hincapié en que la producción de la norma ocurre por consenso democrático; según el autor, el orden político no se origina en la punta de la pirámide, sino desde el pueblo con sus procesos de negociación, consenso y autorización. En correspondencia con esa declaración, en el 2005 la RAE y la ASALE ya habían acotado, respecto de la norma, que: «lo que las Academias hacen es registrar el consenso de la comunidad de los hispanohablantes y declarar norma, en el sentido de regla, lo que estos han convertido en hábito de corrección, siguiendo los modelos de la escritura o del habla considerados cultos. Regulan el uso considerado recto, no es algo decidido y arbitrariamente puesto desde arriba» (RAE-ASALE 2005, xi. Destacado nuestro). Por tanto, si bien no existen formatos para la presentación de documentos, la norma panhispánica asegura la participación activa de las Academias en la revisión de los diversos documentos que se proponen desde la RAE o la ASALE. Para cada proyecto se establece una comisión interacadémica, conformada por representantes de las Academias coordinadoras del proyecto, quienes establecerán los procedimientos que consideren necesarios y se encargarán de supervisar la realización de las tareas. Esas comisiones interacadémicas deben estar en contacto permanente con las veintidós academias, con el fin de asegurar que se reciban las observaciones de todas ellas, una vez compartido un documento borrador con la propuesta de texto. Una vez recibidas las observaciones que las academias consideraron pertinentes, se someten a discusión en esa comisión interacadémica, con el fin de valorar la incorporación de las variaciones por región, en apego siempre a la consideración de representar el habla culta.
En lo concerniente al concepto panhispanismo, de conformidad con Sita, aún se mantiene impreciso, lo que afecta la elaboración de las obras académicas; «la carencia de instrumentos codificadores —gramáticas y diccionarios— para los estándares nacionales en América —y, por ende, de una descripción adecuada de esas normas— obliga a que los hablantes sigan buscando modelos de corrección “foráneos”, por así decirlo, para satisfacer su “anhelo normativo”» (Sita 2018, 352). En mi opinión, esa crítica es solo parcialmente cierta, pues los grandes bancos de datos de los que se nutren las obras normativas panhispánicas: CORDE; CREA y CORPES XXI, son válidos para el español en general, de conformidad con el espíritu mismo de la política lingüística panhispánica. Si bien hay academias que carecen de corpus propios, esto no afecta en nada el concepto de panhispanismo al que se refiere Sita. Del Valle reconoce el desplazamiento progresivo del lema Limpia, fija y da esplendor, con el que siempre se ha identificado a la RAE, por una adaptación a los cambios que experimenta la lengua, no solo en territorio peninsular, sino también del nuevo mundo.
Para concluir
En resumen, el panhispanismo —y con él la política lingüística panhispánica— es un método de trabajo sustentado en una teoría lingüística con objetivos muy precisos: la labor colaborativa de las veintidós academias, el concepto de la lengua como diasistema, desde cuyos cimientos, para efectos de los códigos normativos, se parte de los usos cultos, ejemplificados a partir de la base de los bancos de referencia que recogen una gran cantidad de textos en lengua española en su diversidad en la comunidad hispánica, esto es, teniendo en cuenta un policentrismo respecto de la norma culta. La siguiente cita, si bien extensa, sintetiza todo el trabajo heurístico y colaborativo de las Academias en la preparación de los códigos normativos, sustentado en la política lingüística panhispánica:
Dos son los criterios fundamentales que han guiado el trabajo de las Academias en lo relativo a este punto. El primero y más importante es la asunción del principio de que la norma tiene hoy carácter policéntrico. La muy notable cohesión lingüística del español es compatible con el hecho de que la valoración social de algunas construcciones pueda no coincidir en áreas lingüísticas diferentes. No es posible presentar el español de un país o de una comunidad como modelo panhispánico de lengua. Tiene, por el contrario, más sentido describir pormenorizadamente las numerosas estructuras que son compartidas por la mayor parte de los hispanohablantes , precisando su forma, su significado y su estimación social, y mostrar separadas las opciones particulares que pueden proceder de alguna variante, sea del español americano o del europeo. Cuando estas opciones resultan comunes, y hasta ejemplares, en áreas lingüísticas específicas, deben ser descritas como tales. Obrar de este modo no solo no pone en peligro la unidad del español, sino que contribuye más bien a fortalecerla, y ayuda a comprender su distribución geográfica de forma más cabal (RAE-ASALE 2009, xlii).
Estamos, en consecuencia, ante una lengua con sus variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas, además de su variación en el tiempo, con muchas academias —veintidós— , pero con una normativa pactada: gramática, ortografía y diccionario, fundamentalmente, fruto del trabajo conjunto.
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Páginas web consultadas
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https://www.asale.org/la-asociacion/politica-linguistica-panhispanica/hechos-relevantes
https://www.asale.org/la-asociacion/politica-panhispanica
https://cvc.cervantes.es/obref/congresos/valladolid/ponencias/unidad_diversidad_del_espanol/1_la_norma_hispanica/lope_j.htm